SOCIEDAD › EN UN ACCIDENTE AUTOMOVILISTICO, MURIO EL NEGRO GARCIA LOPEZ

Día de luto para la guitarra

El músico, ex integrante de La Torre y parte fundamental de la banda de apoyo de Charly García, volvía de filmar un video y se estrelló en la ruta 76. A los 54 años, tenía un historial que lo señala como uno de los grandes guitarristas del rock argentino.

 Por Cristian Vitale

Se fue. Le tocó. Feo y en la ruta, como a su amigo Pappo. Venía, dicen, de grabar un video con Almafuerte, en Sierra de la Ventana, y las turbias luces de la madrugada del sábado le jugaron una mala pasada al Renault Symbol que se estrelló con una F100, en el kilómetro 240 de la ruta 76, cerca de Tornquist. Tenía 54 años, y sería un absurdo, una de las tantas estupideces mediáticas, que Carlos Alberto García López, el Negro, pase a la historia por la piña que le dio a Charly García en el autocine de Villa Gesell, en el verano del ’96. “No voy a decir que nunca tuvimos roces o problemas laborales, somos dos tipos con carácter fuerte. Pero nunca se rompió la amistad. No quiero ofender a nadie, pero muchas veces me dice ‘no aguanto a los idiotas’. A él no se le puede decir dos veces la misma cosa”, dijo en una de las varias notas que dio a Página/12, en junio de 2006. Y ya. Punto. A lo sumo la –o las– secuencias extramusicales entre ambos quedarán como anécdotas menores, frente a las varias que nutrieron un devenir intenso, rockero, viajado, sanguíneo, descontrolado, visceral. “Yo me muero si no toco la guitarra. Para mí no existe otra cosa que tocar. La guitarra forma parte de mi vida, no existe otra cosa”, dijo otra vez –en octubre de 2010– a este diario, y fue una certera y apasionada confesión de principios.

Muy probablemente, el Negro hubiese muerto en vida si esa misma vida lo hubiese puesto en una oficina, un colectivo, un supermercado o una obra de construcción para ganarse el pan y el vino. Si a los ocho años no hubiese escuchado a Jimi Hendrix o a Led Zeppelin en su infancia de Floresta, por caso, o no hubiese conocido a Pappo como le ocurrió en las alucinantes épocas de Pappo`s Blues III. Lo que vivió, entonces, fue lo que quiso: vivir de, para, por y en la música. Entregarle el alma al rock and roll, desde el lugar que le tocara. Desde sus tempranos comienzos con La Torre hasta el paso por Zas. O por Sabina, o por Páez o por Charly, claro, quien descansó en sus riffs, solos, Marshalls y wah wah valvulares, durante buena parte de su producción discográfica solista, de Parte de la religión en adelante. El Negro fue parte esencial de Los Enfermeros. Grabó en Cómo conseguir chicas, Filosofía barata y zapatos de goma, Say no more y El aguante. Se fue a México y volvió a Charly, cuando éste pervivía, entre asados y coca light, en medio de la recuperación.

Viajó a México, donde recaló hacia fines del siglo pasado pensando una estadía de un año, pero se quedó ocho, porque se enamoró del Distrito Federal. Allí vivió en el bohemio Coyoacán, pintoresco barrio del DF, a ocho cuadras de la casa de Frida Kahlo. Trabajó con el charanguista yanquiperuano Pepe Alba; con Kenny, cantante de un grupo llamado Los Eléctricos, y como acompañante de Alejandra Guzmán. “Hice algún laburo a disgusto, pero de algo había que vivir y yo soy violero, loco, no me voy a poner a manejar taxis”, señaló a su regreso. “Y me volví porque soy argentino. Me gustan el olor a mi ciudad, mi gente, la música, la pizza, el asado. Allá eran buenos, pero la carne es otra... No es la misma”, confesó, en su momento, irónico y entre risas.

Al margen de los proyectos colectivos, García López también tuvo un trayecto solista. Nunca apagó los Marshalls ante la adversidad. Cuando se le complicó en Argentina se fue a México. Cuando amainaban los laburos colectivos, aparecían los discos solistas. Y así fue... multiplicado por cuatro. Primero con Da Cruz, luego con Números rojos y Esta vez invita el Negro (donde participaron David Lebon, Pity Alvarez, Juanse, Willy Quiroga y el mismo Charly) y por último con Frenesí. Todos atravesados por la pasión, el feeling y el amor incondicional por sus guitarras. Por la Telecaster 68, en especial, que atesoraba desde los 14 años y que usó para hacer todos los solos de Frenesí. Y por las Les Paul. O la Kramer, que usó muchísimo también. “Podés estar fisurado, te puede haber caído mal la comida o lo que sea, pero la guitarra la tocás igual, por más que tengas una cara de culo bárbara”, expresó en otra de nota con Página/12 –la última–, que compartió con Claudio Marciello –guitarrista de Almafuerte– en diciembre de 2013.

Las informaciones llegadas desde Tornquist señalan que en el choque murió también el joven Octavio Guzmán, de 21 años, mientras que los otros dos ocupantes del auto, Federico Alcorta y Horacio Raggio, y Gustavo Zalazar y Alejandro Colipil, que ocupaban la camioneta, fueron trasladados a un hospital de Bahía Blanca. El Negro iba a tomar parte del festival en tributo a Charly García en Palermo, pero fue noticia de la peor manera. El destino quiso que muriera el mismo día que Raúl Carnota (ver página 36): las guitarras, en este lado sur del mundo, van a llorar un largo rato.

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García López tuvo sus diferencias con Charly, siempre saldadas por una amistad de hierro.
Imagen: DyN
 
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