SOCIEDAD › TERESA YUAN, PSICOANALISTA ARGENTINA

Freud llega a Pekín

Es porteña, hija de un inmigrante chino y de una siria. Hace ocho años fue invitada a Pekín y desde entonces pasa más tiempo allá que en su departamento de la calle Marcelo T. de Alvear. Bilingüe, psicoanalista, enseña y hace clínica en el país de sus mayores y representa allí a la Asociación Psicoanalítica Mundial. Una ventanita fascinante a las patologías, la cultura y los problemas del país del hijo único obligatorio, que acaba de descubrir la ciencia de Freud.

Por María Esther Gilio

–¿Los chinos están entusiasmados con el psicoanálisis como lo estuvieron en su momento los argentinos?
–No sé si tanto. Están entusiasmados. Veo que eso le llama la atención. ¿Por qué?
–La entrada del psicoanálisis en la cultura china era difícil de imaginar. Estamos hablando de Oriente y de comunismo. Me pregunto si coinciden los problemas.
–Coinciden bastante. Ellos también se preguntan con cierta ansiedad cómo se resolverá el futuro.
–Bueno, aquí la pregunta se plantea pensando en el presente más que en el futuro.
–Allá hay menos escepticismo, más capacidad para la esperanza y respecto del psicoanálisis mucha expectativa.
–Eso la alegra. Se ve.
–Sí, porque frente al decrecimiento que se comprueba en Occidente, donde los consultorios se vacían y las nuevas elaboraciones son escasas, el reflorecimiento me levanta el ánimo. De cualquier modo esta comprobación sobre el psicoanálisis no es lo más importante, lo más importante es la alegría que se respira allá, la gran esperanza de un futuro mejor. Allá hay la euforia de acceder a campos nuevos del conocimiento. El psicoanálisis es uno de ellos. Yo trabajo en un hospital donde doy cursos. Te cuento algo. La gente lee en el diario que el hospital precisa personas que puedan prestarse a ser entrevistadas, lo cual servirá para ilustrar a los psiquiatras y psicólogos sobre cómo se hace una entrevista. Docenas de personas se presentan porque quieren ser entrevistadas. Y cuando la entrevista termina suelen acercarse y preguntar, ¿esto es psicoanálisis, no?
–Felices con la experiencia. ¿Cuál es concretamente su función en el hospital?
–Yo soy asesora del Hospital Psiquiátrico Anding de Pekín. Allí trabajo con un grupo de médicos y psicólogos al cual doy supervisión clínica. Es decir que estar allá significa para mí trabajar y aprender clínicamente.
–¿Se ven resultados?
–Se ven resultados, pero falta mucho. Se precisaría que fueran allá analistas a enseñar y que fueran por mucho tiempo. Te cuento una anécdota terrorífica que habla de una práctica que podemos llamar salvaje. Un colega me contó que a una paciente, que tenía problemas sexuales, su anterior terapeuta le había aconsejado que se acostara con su hermano.
–Ay.
–Parece que ella le preguntó al terapeuta qué era eso, de dónde salía esa prescripción. El le respondió: “Eso es psicoanálisis”. Por esto creo que hace falta que muchos analistas se acerquen a China. En este momento en el campo de la salud mental se ha hecho una planificación para diez años. Dentro de ese proyecto se puede ver la gran consideración respecto de la psicoterapia psicoanalítica y de otras líneas, no psicoanalíticas. De cualquier modo el psicoanálisis es lo que más atrae.
–China es muy grande...
–La cuarta parte de la población mundial, y ha vivido muy lejos del psicoanálisis. Yo la he recorrido mucho y he visto mucho. Las diferencias entre las regiones es enorme. Por ejemplo en Cantón se habla un dialecto, el cantonés que a menudo los chinos del norte no entienden. Es como otra lengua. Y otra lengua, se sabe, determina diferencias en la cultura. En China hay cincuenta y dos nacionalidades. Es fascinante.
–¿Viviría en China?
–Sí. Cada vez me voy quedando más. Creo que voy a terminar viviendo allá.
–¿No extraña nada de acá? –Ni el mate. Allá hay trescientas variedades de té. Yo nací acá pero mi padre, chino de Cantón, me transmitió mucho esa cultura.
–Y allá ocupa un lugar muy prestigioso, representante de la Asociación Psicoanalítica Mundial.
–Sí, eso me satisface, pero lo que me da verdadero placer es lo que hago, la clínica. Yo soy muy clínica. En ese sentido trato de seguir los pasos de Freud: de la clínica a la teoría. Y esto creo que a ellos les permite construir su propia comprensión y elaboración del psicoanálisis.
–Tengo la impresión, a través del cine, de que la familia tiene allá una importancia que ya no tiene en Occidente.
–En China la familia es muy importante y pesa de manera muy fuerte sobre los niños y los adolescentes. La adolescencia es la etapa en que el joven se prepara para entrar a la universidad, una etapa de tremenda exigencia. Tanto, que no es excepcional que un adolescente que no consiga entrar a la universidad llegue a suicidarse. No hay estadísticas y China es muy grande, pero hay suicidios por este motivo en China.
–Eso pasa con los adolescentes, pero ¿por qué sufren también los niños?
–Las razones son las mismas, las exigencias paternas.
–¿El adolescente comparte la exigencia de los padres, la hace suya o simplemente tiene dificultad de enfrentar a los padres?
–En algún sentido, sí, tiene esa dificultad, pero además el joven vive el fracaso como una tremenda humillación, por la valoración que la sociedad china hace del estudio. En China difícilmente verás jóvenes no haciendo nada en las calles.
–Todos están sobre los libros. ¿Tendrá que ver con el hecho del hijo único?
–En parte. Al hijo único se la llama “el pequeño emperador”.
–¿Y lo es?
–Es un pequeño emperador porque está superprotegido. Pero tiene un montón de problemas emocionales.
–¿Por ejemplo?
–Desarrolla agresividades y fobias que están relacionadas con esta obsesión de sus padres.
–¿Allá se ha alargado, como acá, el período de la adolescencia?
–Allá la carrera en el caso del universitario no termina con el título de licenciado o de doctor. Luego vienen el master y después la tesis. Todo esto termina alrededor de los 30 años. No son adolescentes, pero tampoco son independientes, aunque mientras estudian no viven en su casa, sino en la universidad.
–Podemos decir, entonces, que la familia es fuerte y que el futuro del hijo preocupa a los padres de manera obsesiva. ¿Cómo se desenvuelve esto en la vida cotidiana?
–Tienen muchos problemas vinculares, afectivos y emocionales. Los padres están muy atentos al hijo, pero no le dan amor.
–¿Aman poco a sus hijos o no expresan su amor?
–No expresan su amor. Son padres que jamás dicen “te quiero”. Las generaciones anteriores no comunican sus emociones. Hoy ha empezado a ser diferente, la gente joven se expresa más, busca expresarse.
–¿Coincide con el resto de los entendidos en el tema de que las patologías del ser humano se repiten en las diferentes culturas?
–Para el psicoanálisis la estructura mental del hombre es universal. De cualquier manera, creo que las patologías y la estructura psíquica toman las características de la cultura, o sea que no es lo mismo un padre autoritario en China que en Europa, América latina o Africa. ¿La estructura de las patologías? No sé cómo decirlo para que no se produzcan confusiones.
–Digamos con cierta frivolidad que la patología toma los colores de la cultura.
(Cierra los ojos, piensa y finalmente sonríe y asiente con la cabeza.)
–¿A qué diferencias culturales hay que prestar mayor atención? Aquellas con las que no hay que distraerse en la enseñanza o en la práctica clínica.
–Para empezar, hay que tener un gran conocimiento de todo lo que tiene que ver con la cultura social actual y con lo que ellos traen como bagaje filosófico milenario. Este le da al chino una capacidad de pensar por sí mismo, una gran posibilidad de introspección. Para empezar debemos señalar la cohesión familiar. En China la familia es muy unida, mientras que en Occidente está en plena crisis. De cualquier modo se empiezan a ver algunos signos de aflojamiento en los lazos familiares.
–¿A partir de qué?
–De la apertura hacia Occidente. Creo que la apertura es importante en este sentido. El respeto a los padres no desapareció, pero disminuyó la dependencia.
–¿Ese aflojamiento en qué se ve?
–Las relaciones de dependencia, muy fuertes, hoy están siendo cuestionadas. Los hijos tenían la obligación moral de atender la vejez de sus padres. Esta obligación era uno de los valores familiares. Es decir, que el tener hijos aseguraba la vejez. Lo máximo para una pareja era un hijo que tuvierá éxito pero que, además, se ocupara de sus padres hasta el final.
–¿El Estado queda liberado de cualquier obligación respecto de los viejos?
–No, no, se ocupa. Están la jubilación, los servicios médicos, etcétera. Se trata de otras responsabilidades, diferentes según el lugar del hijo en la familia. El primer hijo es el que tiene las mayores responsabilidades. Y si es varón más.
–Eso es distinto en nuestra cultura, donde quien toma ese rol, casi siempre, es la mujer.
–Allí todos son responsables, pero el mayor más que el resto. Esto tiene cierta explicación; el primer hijo es el que recibe más.
–¿Cuál es el lugar de la mujer en la familia?
–En apariencia es un ser sometido que camina detrás del hombre.
–Eso en apariencia.
–Sí, porque en la realidad ¡la mujer maneja todo! La mujer en la familia es quien decide, su rol es fundamental. Decide la educación de los hijos, marca el camino, enseña, se ocupa de la casa, trabaja afuera.
–¿Y el hombre, entonces?
–No es una figura débil, pero sí más decorativa. Si lo ves desde afuera pensás “quien manda es el hombre”. No es fácil ver que es la mujer quien maneja los hilos.
–Occidente, a partir de los sesenta, dio un paso importante en lo sexual, ¿qué pasa en China?
–En este momento hay dificultades con la sexualidad, porque se ha producido una especie de destape. Como hubo tanta represión éste no se produce sin dificultades.
–¿La represión no estará vinculada con la necesidad del hijo único?
–No, no creo. Como ya te dije China está occidentalizándose mucho, lo cual golpea fuertemente en los ideales de la sociedad. Hace unos años jamás ibas a ver una parejita abrazada por la calle o de la mano.
–¡De la mano!
–No. Había una conducta de mucho respeto, pudor. Y mucha censura. Hoy eso cambió, hay mayor libertad. Nunca tanta como entre nosotros, hoy. Claro que hablamos de los jóvenes. Entre la gente grande ni remotamente.
–¿Las relaciones sexuales prematrimoniales son aceptadas?
–Hasta no hace mucho –como aquí hace 60 años– se proponía la virginidad. Hoy ya no. –Hablamos, hace un momento, de la enorme dependencia en el pasado y de cómo hoy eso se aflojó, ¿cuáles han sido las consecuencias de estos dos modelos?
–La fuerte dependencia en el pasado producía mucha patología. Una paciente china me contó que ella –como casi todos los hijos– daba a su madre todos sus ahorros para que se los guardara. Yo le pregunté: “¿Le gusta que sea su mamá quien guarde su dinero?” “No –me dijo–, no me gusta, pero ¿cómo puedo no hacerlo? Sería ofensivo.” Un tiempo después llegó muy contenta y me dijo que cambiaron el departamento con el marido y...
–¿Cómo? ¿Era casada?
–Sí, casada. Estaba contenta porque con ese motivo había podido pedir la plata a su madre para comprarse una casa. Sólo así pudo pedirle su dinero sin hacerla sufrir.
–¿Qué pasó con aquellos matrimonios que arreglaban los padres?
–Eso hoy ya no se hace, pero a los padres tiene que gustar la pareja elegida. En caso contrario los enamorados pueden renunciar o no. Si no renuncian se sienten muy mal. Claro que poder elegir con más libertad no disminuyó el número de las separaciones, las cuales, como entre nosotros, son frecuentes.
–¿Sigue en pie la política del hijo único?
–Sigue, no hay mucha posibilidad de que eso cambie; el crecimiento demográfico, de otra manera, se haría inmanejable. Sólo en las zonas rurales no rige esta disposición.
–¿Qué cambios ha habido a partir de las privatizaciones?
–Hoy en China hay algo que no se conocía: la indigencia. En China, hoy, hay indigentes. No podemos negar que las privatizaciones están haciendo crecer económicamente a China, lo cual es bueno, pero consecuencias, como esta que le señalo, no hay duda de que no son buenas.
–Usted va a China desde hace ocho años, años de muchos cambios.
–Sí, hay cambios magníficos. Por ejemplo, en la apertura respecto de recibir de afuera aportes para el desarrollo de la ciencia y la tecnología. Esto se ve en el crecimiento de la ciudad, en el interés de los profesionales por adquirir nuevos conocimientos.
–-¿Se repiten en China las mismas prohibiciones, de salir del país, que rigen en otros países socialistas?
–Sí. En China no hay pasaporte. Si el ciudadano es por ejemplo invitado a un congreso, para asistir debe hacer una serie de trámites.
–Volviendo a lo psicológico, podemos decir que los problemas que afectan a las personas son semejantes. ¿Se da en China con la frecuencia que en Occidente la depresión?
–En el plano de las afecciones emocionales tenemos las mismas gamas que en Occidente. La depresión y las crisis de angustia son tan frecuentes allá como aquí.
–Tal vez las razones no son las mismas.
–No son. Cada cultura tiene sus razones. En Occidente podemos tener a la gente detrás de la plata, de la imagen, del status. Allá estos llamados se empiezan a sentir. Empiezan, pero el chino tienen muy internalizados otros valores que los sostienen. Las depresiones y las angustias están más ligadas con el rápido cambio social.
–Cambio que está vinculado con la apertura hacia Occidente. Apertura en lo económico, en lo científico, y, seguramente, en lo ideológico.
–Sí, se está pasando de un comunismo cerrado y opresivo, de valores muy tradicionales, a una cosa tan moderna y abierta que ha dado paso a algo inimaginable hace algunos años: las confrontaciones generacionales. Por otra parte la pérdida de ideales deja a mucha gente colgando en el vacío, preguntándose ¿y ahora qué?, ¿hacia dónde? Están saliendo de la opresión.
–Pero también perdiendo los valores que, en algún sentido, aunque sea remoto, la justificaban.
–Claro. En este aspecto hay diferencias entre las generaciones. La mayoría de mis alumnos son de 30 años, pero también tengo de 40 y 50, y bueno, las diferencias entre estas tres generaciones es grande. Unos vivieron la Revolución Cultural, otros eran muy chicos. Tenemos los cambios que empiezan en el ‘66 y llegan al ‘76. Y tenemos luego la apertura que va desde el ‘76 en adelante. Son cambios muy fuertes. Los cambios producen crisis. Crisis en las que se ven involucrados los individuos y la sociedad.
–¿Cuál es su lugar en China? ¿Es una extranjera?
–La embajada china, aquí, fue la que promovió en el ’95 mi contacto con China. Ellos pagaron mi primer viaje, lo cual era difícil para mí en aquel momento y propició mi contrato con la Asociación de Médicos de Salud Mental. Así, cuando llegué, fui recibida como una hija que vuelve. Allá hay una frase para referirse a chinos o hijos de chinos que retornan, en inglés, overseas chinese, o sea que yo soy una china que el océano ha traído de vuelta.
–Y eso le encanta.
–Me gusta mucho.

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