SOCIEDAD › KIRCHNER, AL CRUCE DE ALBERTO FERNANDEZ POR LA MUSICA
Aguante la kumbia villera
El jefe de Gabinete había relacionado la cumbia villera con el aumento de la inseguridad. Hubo críticas desde diversos ámbitos. La Tota Santillán fue avalado en una reunión con el Presidente.
“Si el año que viene hay más travestis, ¿la culpa será de Florencia de la V o los Roldán?”, fue una de las protestas lanzadas ayer en la web por los productores del movimiento de la cumbia villera. Desde distintas páginas, los miembros de “la movida” salieron a rebatir las acusaciones por apología de la violencia lanzadas por el jefe de ministros, Alberto Fernández. Pero no sólo ellos lo reprobaron. Sus declaraciones despertaron una catarata de críticas entre protagonistas del mundo de la cultura, los académicos y el propio presidente de la Nación. Néstor Kirchner salió a parar la asonada contra la cumbia villera con un pronunciamiento de barricada: “A mí me gusta la cumbia villera”, declaró.
Para los protagonistas del mundo de la cumbia villera, las declaraciones del jefe de ministros se trasformaron en la noticia del día. “¿Parece gracioso? –dijeron en su página web–: Más que gracioso es trágico.” El jefe de Gabinete, explicaron allí, “la persona que tiene a su cargo la coordinación de los ministros, que son ni más ni menos que una extensión de los ojos del Presidente para analizar los problemas en las diferentes áreas, quiere romper el espejo cuando ve un reflejo que no le gusta”.
¿Qué fue lo que no le gustó a Fernández? Lo dijo el martes en declaraciones públicas: presentó a la cumbia villera como uno de los factores que incrementaron la inseguridad junto con la pobreza y la marginalidad. “Hace diez años –dijo–, no existía una cultura muy difundida en esos sectores de la sociedad que, entre otras cosas, piensan que el delito puede ser un modus vivendi.” En esas declaraciones radiales que después le han provocado más de un dolor de cabeza, se metió, además, con el famoso Daniel “La Tota” Santillán, el conductor de un ciclo televisivo dedicado a la bailanta. “Hace diez años no había un programa de televisión durante cinco horas difundiendo un tipo de música donde, en gran medida y por muchos momentos, se termina elogiando la acción delictiva, como es todo este fenómeno de la cumbia villera y este movimiento cultural, entre comillas”.
La Tota se lo retrucó, frente al propio Presidente. El locuaz presentador recibió un llamado de los asesores del ministro de Interior, Aníbal Fernández. Lo invitaron a la Casa Rosada. Llegó volando. Y, acompañado de un conciliador Aníbal Fernández, entró al despacho del jefe de ministros. Sin querer, forzó una virtual reunión de gabinete: detrás de los Fernández, entró el Presidente y más tarde, un tercer ministro. El encuentro no duró más de diez minutos; estaba fuera de la agenda del Presidente. “Fue gracioso porque estábamos teniendo un punto de vista con Alberto Fernández, se abre la puerta y (Kirchner) dice ‘yo banco la cumbia villera. ¿Quién no vio Pasión de sábado?”, le dijo sobre su programa de tevé. En ese momento, el Presidente dijo de muy buen humor:
–Mire... a mí me gusta León Gieco, me gusta Mercedes Sosa, Víctor Heredia y me gusta la cumbia villera.
La Tota –cadenita de oro y camiseta roja a lo jugador de fútbol americano– se hinchó todo y lo invitó una y otra vez al programa de tele. Distendido, el Presidente le confesó que se enteró de todo porque su hijo Maximiliano lo llamó desde Santa Cruz para preguntarle qué pasaba con ese tema y reconocerle que “a mí me gusta la cumbia villera”. Hundido en ese repentino grupo de fans, Alberto Fernandez intentó dar alguna explicación de lo sucedido. Aseguró que sus críticas habían sido sacadas de contexto y que, en realidad, lo que había dicho era que la “cumbia villera era un emergente de lo que está pasando en la sociedad”. Las disculpas dieron paso a la filosofía. Y al Presidente: “A mí me parece que hay que dejar que exista esta expresión –se paró–, porque forma parte de la cultura. Lo mismo pasó con el tango, el rock y el folclore: dejemos que la gente se exprese.”
Por la tarde, el secretario de Cultura de la Nación, Torcuato Di Tella, se había sumado al debate: “Uno podría decir que esa cosa inmoral de Cambalache de ‘hacete a un lado, qué te importa, si no afanás sos un gil’” estimula la indiferencia social y la delincuencia cuando justamente –remarcó– “dicho de esa manera es una protesta contra la inmoralidad”. Desde la Universidad de Buenos Aires, Pablo Alabarses, profesor de Cultura popular y masiva de la Facultad de Ciencias Sociales, criticó las manifestaciones con dureza durante una entrevista en radio y agregó que la crítica se trataba de un “rasgo de ignorancia supina”.