SOCIEDAD › BARCELONA PERMITE EL NUDISMO EN SUS CALLES
Paseando a calzón quitado
Se puede hacer nudismo en calles, medios de transporte, plazas y lugares públicos, mientras no sea un desnudo agresivo.
Un viejo adagio señala que todo lo que no está prohibido está permitido. Técnicamente cierto. Desde el lunes pasado, los catalanes se impusieron aplicar todo el rigor de dicho adagio: teniendo en cuenta que el código penal no prohíbe el nudismo, el Ayuntamiento de Barcelona decidió habilitar a quien quiera pasearse en pitilín y pamplinas por las rúas de la ciudad de Gaudí, siempre y cuando el paseo no consista en una afrenta a la obscenidad, la moral y las buenas costumbres. En Barcelona, la decisión oficial provocó festejos a calzón quitado. De este lado del Atlántico, a los nudistas argentinos la noticia los agarró en bolas.
A decir verdad, la idea de deshacerse de ropitas no es propiedad catalana ni mucho menos. Lo novedoso, para el caso, es que la desnudez tiene la venia de las autoridades. Y mucho más: el desnudismo no sólo quedará enmarcado dentro de los estrictos límites de una playa nudista, sino que de ahora en más será posible pasearse en bolainas por las calles de la ciudad.
Todo se inició el 3 de mayo pasado, cuando Jacint Ribas y Just Roca, ambos presidentes de dos asociaciones nudistas (Addan, de defensa del nudismo, y Aleteia, por la libertad de indumentarias, incluyendo la piel), presentaron una petición al alcalde de Barcelona, Joan Clos. En el petitorio reclamaban el derecho de caminar desnudos por las calles basándose en que no existe una ley que obligue a la gente a salir vestida. Si no es obligatorio salir con un vestido, oye, pues, está más que permitido salir sin él. Sólo que, de tan simple, hasta ahora nadie se lo había propuesto. Además, Ribas y Roca recordaban que en el ‘89 fue despenalizado el escándalo público, delito en el que se basaba el castigo a la demostración de zonas pudendas.
La respuesta oficial a Ribas y Roca llegó con la forma de un tríptico, editado y distribuido por el propio Ayuntamiento de Barcelona. El folleto, del que se editaron dos mil ejemplares, tiene como portada la foto de dos mujeres vestiditas como Dios las trajo al mundo (más agradables, por cierto, que los piturros R & R), en las escaleras de las fuentes del Montjuic, bajo el título de “Expresarse en desnudez, el derecho individual a la indumentaria libre”. El alcalde Clos intentó ayer esquivar el bulto al aclarar que no se confunda, que “el Ayuntamiento no promueve la desnudez en las calles”.
Entretanto, eufóricos, Ribas y Roca salieron a festejar la aprobación sin rasgarse las vestiduras. “Además de informar a la ciudadanía –señaló Ribas, luciendo un llamativo escote largo–, el tríptico va a servir para que la policía tenga constancia del derecho a la libre expresión de la desnudez en las calles y lugares públicos.”
Prudentes por experiencia, el festejo de Ribas y Roca tomó las formas de una rigurosa experiencia de campo positivista: ambos presidentes decidieron comprobar si era cierto aquello que el ayuntamiento declamaba en los papeles, y se largaron a tentar a los envidiosos uniformados en una bicicleteada de unos 130 kilómetros por los centros neurálgicos de la ciudad. Ambos, pedaleando y en pelotas, como lady Godiva pero pelados, en las propias narices de la Generalitat de Catalunya, en el Ayuntamiento de Barcelona, frente a la Pedrera de Gaudí, en la concurrida Plaza España, a lo largo de la Rambla, por la Villa Olímpica y el Paseo Marítimo.
Las fotos tomadas por la propia mano de los mandatarios nudistas obran como documentos indiscutibles de su salida nocturna y sin pijamas, sin repercusiones negativas entre autoridades ni público, que no parecen haber dado ni bola a los osados ciclistas. Más sorprendidos que en Barcelona, de este lado del Atlántico, un representante del nudismo argentino respondió a Página/12 con inocultable envidia: “¿Cómo? No sabía nada. ¿Permiten desnudarse en las calles de Barcelona? Pero qué locura”.