SOCIEDAD › COMO TRABAJA EL EQUIPO DE PSICOLOGOS PARA REARMAR LA RED SOCIAL
Carmen de Patagones, ciudad partida
Hoy habrá clases de nuevo en las escuelas, salvo en la Islas Malvinas. Las quejas de los padres. Los miedos a una repetición.
Por H. C.
Desde Carmen de Patagones
La historia de Carmen de Patagones se partió en dos. Antes y después del 28 de septiembre. Desde ese día, un grupo de especialistas intenta hacer de la fractura una bisagra que una las dos partes. Asiste a padres, docentes y chicos. La tarea no es nada fácil. Los padres tienen sus reclamos y tienen sus fantasmas. Los docentes, especialmente los que vivieron la tragedia, deben soportar reclamos de otros y fantasmas propios; los chicos, a su vez, no parecen dispuestos a querer volver a la escuela, mucho menos a esa aula. Y purgan sus miedos demonizándose entre ellos. “Hay un temor fantasmal de que esto se repita, y trabajamos para solucionar eso”, confió uno de los especialistas a Página/12.
Aunque acá, a 957 kilómetros de Buenos Aires, todo el mundo habla de la fractura histórica de Carmen de Patagones, pocos parecen tener noción de su profundidad y de lo que implica. En realidad, hasta los mismos especialistas que se han lanzado a auxiliar a la comunidad (de la que forman parte) se encuentran con que “todo es nuevo, no sólo porque es un hecho terrible e inédito sino porque nosotros estamos trabajando ahora con las mismas herramientas que nos dan para trabajar como si fuera un hecho cualquiera”, dijo a este diario uno de los integrantes de los equipos que trabajan sobre la crisis.
En los trabajos participan el equipo de Salud Mental del Hospital Pedro Ecay, de Patagones; el del Hospital Artémides Zatti, de Viedma; profesionales del Centro de Atención a la Víctima de La Plata y Bahía Blanca; durante unos días, especialistas del grupo de ayuda en catástrofe que trabajó con familiares y víctimas de la tragedia de LAPA, bajo la supervisión de Educación bonaerense.
El miércoles pasado ya se había realizado la primera reunión de los equipos de Salud Mental con docentes, en la escuela, y a puertas cerradas. Pero la reunión terminó cuando empezaron a saltar las primeras diferencias y se caminó sobre la herida recién abierta: “Algunos de los docentes que estuvimos en el momento, que sufrimos porque no estamos preparados para esto, no tolerábamos que otros que no estuvieron pidieran cosas que no tenían nada que ver con nuestra urgencia”. La reunión se levantó cuando empezaron a levantarse las voces y los especialistas comprendieron que debían convocar por partes.
Ayer, entonces, tuvo lugar la reunión de psicólogos con el grupo más pequeño de docentes, aquellos que estuvieron en el momento de la tragedia. Por la tarde tuvo lugar la reunión con el grupo chico de padres. “Le decimos grupo chico –dijo un especialista a este diario– porque son los padres de los chicos del aula donde pasó todo. Lo que pasa es que todos los padres tienen urgencia y es lógico. Eso les fuimos diciendo a los demás para que entendieran, pero es difícil. Dos o tres igual se sumaron porque no había forma de explicarles. Nosotros entendimos que cada grupo tiene necesidades diferentes.” Hoy, finalmente, se realizará por la mañana la reunión con los chicos, pero sólo con los pertenecientes al aula.
En la reunión de docentes, del grupo chico, una de las cuestiones que surgió fue el reclamo que sienten del lado de los padres. “Preguntan por qué no estábamos en el aula en ese momento –explicó Adrián Olivares, uno de los preceptores–. Yo no tengo ese curso a esa hora, pero era imposible que estuviera nadie. Fue todo muy rápido. Izaron la bandera, entraron y empezó todo. No es que uno en la escuela está preparado para estar cuidando que un chico no empiece a disparar sobre otros o sobre nosotros.”
Durante la reunión de docentes, algunas voces sostenían el rápido regreso a clases. Otros, que había que dar un tiempo. El aula refaccionada por completo estaba en esa línea. “No van a volver más a esta aula –murmuró el funcionario bonaerense–. Y sería lo de menos.” Es cierto. Este cronista escuchó cómo los mismos chicos hablaban entre sí expresando sudeseo de no volver más al aula y, en algunos casos, dando por hecho que sería cerrada la escuela. Tras la reunión de Oporto con los docentes, por la tarde, se tomó la decisión de que todas las escuelas de Patagones volverían a clases hoy. “Dos horas, sin obligación”, dijo un participante de la reunión. “Sin obligación quiere decir que los chicos que quieren van y los que no quieren, no”, aclaró. Pero la decisión cambió sobre la marcha: “Todas las escuelas empiezan normalmente –agregó el funcionario-. Menos Malvinas. Ahí vamos a esperar. No es tan sencillo volver a clase”.
¿Qué fue lo que cambió la perspectiva? “Hace falta escuchar las voces de todos”, recomendaron los especialistas de Salud Mental. Durante las reuniones de docentes de otras escuelas habían surgido fantasmas: “Muchos temen las reacciones de los chicos que ya antes de que pasara nada estaban cargadas de violencia”. Con los padres surgió también otra cuestión: “El temor a que esto continúe –confió el funcionario–. Lo tienen porque escuchan a sus hijos, así que se decidió que antes sería bueno que los propios chicos contaran esos temores”. Entre los chicos, uno de los fantasmas es que todo lo que ocurrió fue una obra inconclusa que falta terminar. “Demonizan a otros, exageran las diferencias, que luego trasladan a sus padres. Son todos fantasmas con los que hay que trabajar.”
En realidad, la tarea de contención iniciada por los diferentes grupos de especialistas finalmente quedará concentrada sobre los cinco o seis profesionales del hospital local, con el aporte de los especialistas de la otra orilla (Viedma) según sus posibilidades diarias. El resto regresará. Entre los propios equipos, el regreso provoca quejas: “Ustedes se vuelven y nosotros nos quedamos”, dicen algunos, aunque la lógica indica que debería ser así.
Pero los problemas del equipo de Salud Mental no se limitan a la atención o al aprendizaje sobre la marcha. Uno de sus integrantes también es madre de uno de los chicos heridos, tan entrelazadas están las cosas entre Patagones y Viedma. “Cuando nos enteramos de lo que estaba pasando ese martes –dijo uno de los especialistas de Patagones–, empezamos a movernos. Alguien le dijo a una de las integrantes del equipo que buscara a la gente de Viedma. ‘No puedo, estoy buscando a mi hijo’”, le contestó en alusión a uno de los heridos.
Para colmo, se añade una presión extra ajena al caso: desde junio hay una orden de trasladar por entero al equipo de Salud Mental de Patagones a Bahía Blanca. Los especialistas se resisten. Desde la perspectiva administrativa, en Bahía Blanca, tras el fallecimiento de la única psicóloga se convocó a un solo cargo. En Patagones, en cambio, permanecen cinco, todos, además, vecinos de Viedma o de Patagones. De cumplirse la orden resistida, los profesionales deberían atender a casi 300 kilómetros de sus casas, lo que significa su renuncia. La lógica burocrática administrativa indica que si en Bahía Blanca hay un profesional para 300 mil personas, en Patagones hay cinco para 25 mil. El cálculo burocrático indica que sobran en Patagones, faltan en Bahía Blanca, por lo que toda la lógica lleva a trasladar a los cinco para reforzar donde hay más gente.
Además de partir en dos a la sociedad y la historia de Patagones, el 28 de septiembre pasado acaba de destrozar la lógica y el cálculo burocrático: de haberse cumplido esa orden, la contención que reclaman chicos, padres y docentes con tanta urgencia la tendrían que haber ido a buscar a 288 kilómetros de distancia. No parece tratarse de esperar a que todo pase para cumplir con los traslados sino de nombrar en Bahía sin provocar más sangrías en Patagones, que para eso un martes de septiembre alcanza.