SOCIEDAD

Gisela, la novia que Junior no llegó a tener

Dice que sólo es “amiga” de Rafael. Y que todo lo que se dice de él está mal. Tiene 14 años y, ahora, también una larga historia para contar.

Por H. C.
Desde Carmen de Patagones

Se llama Gisela. Lleva un gorro rojo con la visera que apunta graciosamente hacia atrás. Habla pausado y a veces, cuando se refiere a Rafael, o Junior, como prefiere llamarlo, aunque intente evitarlo, sus ojos se humedecen. Asegura que “todo lo que dicen de él está mal”, no comprende aún lo que pasó, insiste: “Junior es mi amigo”, aunque cuando lo dice sonríe y se sonroja como si la hubieran descubierto. Gisela tiene 14 años, aunque, como todos los chicos de su edad en Carmen de Patagones, ahora esté luchando por no crecer de golpe. La versión que ofrece de Junior no es exculpatoria, sólo que ella lo pinta alegre y conflictuado, muy lejos de aquel Junior que hoy se dibuja entre los miedos y los medios.
“Está mal lo que dicen de él. No escuchaba eso”, dice Gisela mientras acomoda su pelo detrás de las orejas. “Eso” viene a ser Marilyn Manson, el icono denostado que en Carmen de Patagones amenaza con transformarse en una especie de Bin Laden. “Recién hace dos meses empezó a escuchar esa música. Antes escuchaba cumbia. Yerba Brava, Los Pibes Chorros, lo que escucha cualquier chico.”
Gisela interrumpe, se levanta y muestra el color de su pantalón, verde oliva. “Dicen que usa ropa negra. ¿Y qué? Todos usamos ropa negra. Usa esos pantalones negros tipo cargo. Yo también uso ese modelo, éste es verde, pero también tengo negros. Que usa remera negra, campera negra. Entonces un montón de chicos son sospechosos.”
A Junior lo conoció no sólo porque en Patagones todos se conocen, sino porque sus padres jugaban al fútbol juntos, porque sus casas se encuentran a tres cuadras de distancia y porque, parece, se tenían que conocer. Ambos pasaron por la escuela 14, aunque en años diferentes, hicieron los últimos años de la EGB. Gisela siguió en el San José, un colegio privado, y Junior entró en la Islas Malvinas.
“Ahí empezó a cambiar –cree ella–. En la otra escuela era mucho más dado. Pero cambió y no se encontró bien en el grupo. ¿Si lo gastaban? No sé. Ahora yo no me puedo acercar porque a nosotros nos odian.”
–¿Quiénes? –pregunta Página/12.
–Los chicos de ahí, porque es un colegio público. Nos odian, no de ahora sino desde antes, aunque yo haya ido a la misma escuela y haya sido uno de ellos.
Según Gisela, de sus vínculos en la escuela, Junior “hablaba solamente de un amigo, Dante”. Serán otros los que informarán que Junior tenía amigos pero por fuera, en el barrio, los que aparecieron alrededor de su otra pasión, el fútbol. Mauro, por ejemplo, de la misma edad que Junior y que también vive en el barrio 99. O Brian, que ahora no está porque anda de gira futbolística infantil. “Es un pibe tranquilo. Lo conozco desde hace diez años, desde que hicieron este barrio”, dice Mauro. “Habíamos limpiado una parte de un baldío, que está enfrente de la casa de Junior. Teníamos 12 años. Queríamos armar un equipo. El papá, señor Rafael (así lo llaman), nos ayudó e hizo la canchita. Después pusimos los arcos. Pero hace dos años, más o menos, construyeron una casita y no pudimos jugar más ahí.”
Esther, la madre de Junior, trabajaba como cocinera en el restaurante de la terminal de micros de Carmen de Patagones. La concesión pertenecía a un hombre cuya esposa es cocinera de un hotel de Viedma. La concesión concluyó cuando el hombre se suicidó. Para no perder su trabajo, Esther fue convocada a trabajar como ayudante en la cocina del hotel. Allí pasaba a buscarla su esposo, en el Renault 12, acompañado por Junior. En el hotel, todos conocían a Junior. “No porque hubiera bajado del auto alguna vez –dijo a Página/12 una empleada del hotel– sino porque ella nos mostraba fotos y nos hablaba únicamente de su hijo. ‘Soy toda para él’, nos decía.”Además del fútbol, Junior tenía como obsesión las materias del colegio. “En especial, Historia y Dibujo –explica Gisela–. Dibujaba muy bien. Pero eso de que se llevaba mal con el papá porque tuvo una mala nota no es así. A lo mejor tuvo la mala nota y se enojó un poco. Toda la familia era de Boca. Si hasta en la puerta lo tienen dibujado al escudo. Y yo soy la única de Boca en mi familia.”
“Hace dos años, Junior se me declaró. Yo le dije que no, y siguió insistiendo. Insistía cada vez que nos cruzábamos a la salida de la escuela. A mí me gustaba pasar por el frente de la casa y ver lo que hacía. Me gustaba que me dijera cosas o que me mirara. Era muy divertido. Yo lo mandaba a mi hermanito (Lucas, de 9 años) con mensajes. Yo no soy la novia. El es mi amigo. De él me gusta su rostro y la sonrisa que tiene”, dice, y se sonroja.
Gisela asegura que Rafael padre jamás le enseñó cómo usar un arma a Rafael hijo. Y entonces, recuerda el momento que fracturó en dos la historia de Carmen de Patagones: el martes 28 de septiembre. Ese día, Lucas iba a la escuela cuando escuchó un tiro “y después otro y después otro –recordó Lucas–. Me agaché y así fui corriendo hasta mi escuela. Y ahí conté todo”. Gisela se enteró porque su madre la llamó para decirle, “¿viste que el hijo de un suboficial de la Prefectura, de 15 años...”. “Era demasiada casualidad –dice ahora Gisela–. Todavía no puedo reponerme. No sé qué le pasó. Todavía me cuesta creerlo”, dice y los ojos se le vuelven a humedecer.

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Dos años atrás, Gisela rechazó una declaración de amor de Junior, pero él seguía insistiendo.
 
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