Las campanas comenzaron a repicar a lo largo de Ucrania antenoche a la hora exacta –la 1.23 de la madrugada en la época soviética, una hora menos en la Ucrania independiente– en que 20 años atrás se produjo la explosión en el reactor número cuatro de la central nuclear de Chernobyl, desatando una catástrofe cuyas consecuencias todavía hoy sufren millones de personas. También hubo actos conmemorativos en Rusia y Bielorrusia, otros dos países afectados por la tragedia. En Moscú, políticos, ciudadanos de a pie y supervivientes depositaron coronas de flores en el cementerio de Mitinskoye, donde reposan los restos de las primeras 29 víctimas, alcanzados de lleno por la radiación inmediatamente después de la avería y que murieron prácticamente desintegrados a los pocos días, tras ser trasladados a Moscú, donde no se pudo hacer nada por ellos.

Los cadáveres están encerrados en ataúdes de plomo y reposan bajo losas de hormigón. El martes, el presidente ruso, Vladimir Putin, impuso condecoraciones a varias decenas de supervivientes. En la Plaza Roja de Moscú fueron detenidos ayer 13 participantes en una manifestación organizada por Greenpeace y que según las autoridades no estaba autorizada. Los manifestantes se habían exhibido frente al Kremlin vestidos con prendas amarillas en las que podía leerse: “No a Chernobyl”. Con esta acción, denunciaban los planes para construir nuevas centrales nucleares en Rusia.

En Kiev, la capital de Ucrania, se reunieron los más altos dirigentes del país encabezados por el presidente Victor Yushchenko junto al monumento Héroes de Chernobyl. El toque de las campanas marcó el comienzo del minuto de silencio, durante el que hubo 20 campanazos, uno por cada año transcurrido desde la tragedia. La gente que acudió a esta ceremonia nocturna de memoria a los que perecieron en el infierno nuclear y por sus consecuencias llevaba en sus manos un clavel rojo y una vela encendida.

Las organizaciones de liquidadores (trabajadores que se ocuparon de sofocar los efectos de la catástrofe) se reunieron en la capital en la calle que lleva el nombre de Chernobyl para recordar a sus compañeros fallecidos y brindar por su memoria con los típicos cien gramos de vodka. Todos, desde el presidente hasta el ciudadano de a pie, reconocen que Ucrania todavía está muy lejos de poder solucionar los problemas dejados por la explosión de Chernobyl. Por eso mismo asombra la cantidad de partidarios de continuar desarrollando la energía atómica en Ucrania, entre los que se encuentran incluso los mismos liquidadores de la catástrofe. “Somos profesionales y de ahí que comprendamos que no hay alternativa al desarrollo de la energía atómica, salvo que el mundo quiera renunciar al progreso”, dice Yuri Andreyev, líder de la Unión Chernobyl. Esto es precisamente lo que asegura el gobierno, que proyecta construir 20 nuevos reactores nucleares. La única voz disonante en este coro es la de los verdes, que en Ucrania son muy débiles para poder influir en la política estatal.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.