Por 38 votos contra 9 y 2 abstenciones, la Legislatura porteña dio fuerza de ley a la expropiación del predio de Boedo que perteneciera a la empresa quebrada El Tata, ubicado entre las calles Carlos Calvo, Virrey Liniers, Estados Unidos y Sánchez de Loria. La manzana será destinada a una plaza pública. La votación dirimió la disputa que existía entre los vecinos del barrio –que reclaman desde hace más de treinta años un espacio verde en el lugar– y una iglesia de evangelistas que sostiene haber dejado una seña por el predio, aunque nunca presentó papeles en regla. El sistema es de doble lectura. La primera votación, el 31 de agosto, había resultado en 48 a 2. En la votación de ayer algunos discípulos de Pilatos provocaron escalofríos entre los vecinos. Pero por la noche, los vecinos se dieron cita para el festejo en el Café Margot.

La discusión por el predio se disparó después de la primera votación, cuando la Legislatura dio el primer paso para la expropiación. Cuarenta y un días después, en la audiencia pública, apareció la Fundación Catedral de la Fe, agitando títulos que no tenía y asegurando otros que no quería presentar a la audiencia. Los evangelistas aseguran haber señado a los supuestos dueños del lugar la suma de 400 mil dólares y haber firmado el compromiso de pagar la suma total de 2.600.000 dólares. Entre las rarezas habrá que recordar que los vendedores no figuran como tales en el Registro de la Propiedad y que, sin embargo, la iglesia aceptó desembolsar la suma.

Si en la primera votación la diferencia fue de 48 votos contra 2, lo curioso es que ahora cuatro legisladores se arrepintieron y votaron en contra y dos se abstuvieron. El resultado fue de 38 a 9. En términos reales, la expropiación aún no puede producirse hasta tanto el jefe de Gobierno, Jorge Telerman, promulgue la ley.

“Estamos contando cuántos días faltan para ir a tomar mate a la plaza”, comentaban ayer los vecinos, mientras miembros de un centenar de organizaciones culturales y barriales, clubes, escuelas públicas y hasta de la parroquia Santa Cruz, a dos cuadras de allí, pasaban por el Café Margot, donde se habían autoconvocado los vecinos, esta vez para festejar.