Jueves, 5 de abril de 2007 | Hoy
SOCIEDAD › DURA DECLARACION DE UN EX JEFE POLICIAL CONTRA LOS BELSUNCE
Angel Casafús fue el destinatario del famoso pedido de “sacar a la policía de encima”. Ayer ratificó que recibió el reclamo y dijo que igual la mandó. Fuertes términos contra los Belsunce.
Por Horacio Cecchi
Las sonrisas resplandecientes de familiares, amigos, abogados defensores y querellantes y del propio Carlos Carrascosa pasada la primera hora de audiencia mostraban la inocultable sensación de que el testimonio de Walter Beltrán había sido favorable al viudo célebre. Lo dicho, lo resplandeciente, duró poco más de una hora. Hasta que entró a la sala el siguiente testigo, el ex jefe de Investigaciones de la Bonaerense Angel Casafús. Entonces, las sonrisas mudaron, de aspecto o de sector. Casafús acusó a Horacio García Belsunce y a los familiares de María Marta de utilizar una estrategia propia de “una banda de mafiosos para encubrir un horroroso crimen”. Simuló confundir a la querella con la defensa provocando ese tipo de risotadas casi mudas que se evidencian con el movimiento espasmódico y generalizado de los hombros. Afirmó que pese a haber cumplido con su deber, fue estigmatizado como el comisario que “les sacó la policía de encima”. Pero no sólo hubo Casafús. Ayer, por primera vez desde que García Belsunce fue sinónimo de caso, hizo su presentación pública el testigo mudo que terminó en un pozo ciego: el famoso pituto calibre 32. Y más: la fiscalía compuso su imagen y sus cuatro integrantes pasaron a ser indistintamente los fiscales s.u.s (somos uno solo), preguntaron en la misma dirección y se convidaron caramelos.
Entonces llegó Casafús. Y declaró. Desde las 11.56 hasta las 13.40, el ex comisario general de la Bonaerense, ex jefe de la Dirección de Delitos Complejos y Narcocriminalidad de la Provincia de Buenos Aires (más fácil, Brigada Antisecuestros), y ex comisario que “le sacó la policía de encima”, se explayó sobre el caso. Cuando el fiscal Diego Molina Pico le preguntó cómo había llegado al caso, Casafús pidió permiso y describió dos meses antes del crimen, en agosto de 2002, cuando recibió la primera llamada de Horacio García Belsunce. “Una llamada de alguien que no conocía ingresó al celular que uso para hablar con mi entorno más íntimo. ‘¿Casafús? Le habla Horacio García Belsunce’. Un periodista no muy conocido –comentó Casafús–, y más bien en decadencia con un programa de cable de escasa difusión. Me dijo que tenía un problema serio de inseguridad. Creo que de una hija.” El ex bonaerense dijo que lo invitó a su despacho en La Plata, pero que a HGB le quedaba lejos. “Le dije que yo estaba en San Isidro dos veces por semana, pero no le convenían los días.”
Al final, el encuentro se convino para un domingo. “El me dispuso el horario, las 9 de la mañana, presidenta”, agregó Casafús, dirigiéndose a la jueza María Etcheverry. “Sentía que era una actitud mentirosa, un engaño, pero acepté porque relacioné que el ministro de Seguridad (Juan Pablo Cafiero) era de San Isidro y podía conocerlo.”
La reunión parece que fue un fiasco, ajustándose a las palabras de Casafús: “El problema de la inseguridad era una mentira, ya lo había resuelto con un jefe departamental. Para mi mayor mortificación, me dijo que el verdadero motivo era tener un contacto conmigo por mi actividad en resolver secuestros. Me sentí manoseado, engañado y algunas otras consideraciones que me reservo”, señaló Casafús. Los días siguientes, HGB lo invitó a comer o a reunirse en varias ocasiones, “a las que jamás fui, porque siempre desconfié de cómo entró a mi vida personal”. El ex Bonaerense aclaró cuantas veces pudo que “jamás le abrí la puerta de mi amistad”. La observación tiene su sentido: el pedido de HGB para que retirara la policía se sostiene sobre la base de una amistad que permitiría hacer semejante pedido.
El 27 de octubre, Casafús volvió a recibir un llamado. Dijo que lo filtró un secretario “porque los domingos no atendía el teléfono”. Y agregó que el llamado que sí atendió fue el del día siguiente por la mañana, “aparece una persona con algún llanto, era García Belsunce que me dice ‘Angel, Angel, mi hermanita tuvo un accidente’, se había caído en la bañadera, se había golpeado con un artefacto. Inmediatamente me di cuenta de que el llanto era mentiroso”. “¿Por qué?”, le preguntaron. “Porque cambió de tono y me habló como siempre. ‘Sacame la policía de encima’, me dijo. Yo tengo la convicción de que fue una actuación teatral.” Casafús llamó a Aníbal Degastaldi y le ordenó: “Me está llamando este tarado de García Belsunce. Me está diciendo esto, esto y esto, y Degastaldi me dijo que se haría cargo”. Enseguida, Casafús recibió otro llamado. Era el fiscal de Casación Juan Romero Victorica. “En tono imperativo, autoritario, me dijo ‘¿Qué hizo con el tema de Horacio?’ y yo le transmití lo que había ordenado. Victorica hablaba de la necesidad de un forense. Nada más.” Casafús dijo y repitió que no había parado la policía. Entre el 12 y 15 de diciembre recibió otro llamado, de HGB. “Me dijo ‘Angel, Angelito, lamento comunicarte que metí la pata. Declaré en la fiscalía y te comprometí porque dije que te había pedido que pararas a la policía’. No se haga problema, le dije, porque yo no la paré, la mandé. Inmediatamente me puse un traje y me fui a Pilar a ponerme a disposición del fiscal. Allí me encontré con el abogado Scelzi, que me volvió a pedir disculpas. Yo le dije ‘este h de p me cagó la vida’.”
Casafús se detuvo y pidió disculpas a la jueza. “No pida disculpas, diga tal cual lo dijo, no estamos para ofendernos”, aclaró María Etcheverry con toda lógica.
–Bueno, le dije a Scelzi, dígale a ese h de p de parte mía que se vaya a la concha de la madre.
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