Viernes, 11 de mayo de 2007 | Hoy
SOCIEDAD › LAS DOS MIRADAS SOBRE EL JUICIO
Horacio Ognio (foto), sobrino de Carrascosa, dio explicaciones sobre un arma presuntamente robada, similar a la usada en el crimen. Luego declaró un médico, vecino del country, que examinó el cadáver. Finalmente, dos amigas de María Marta se sacaron chispas en un careo sobre un supuesto pago de coimas.
Por Raúl Kollmann
La historia de la supuesta arma del crimen terminó de naufragar ayer en el juicio oral cuando el sobrino de Carlos Carrascosa, Horacio Ognio, que vive en Corrientes, ratificó que le robaron el arma en la capital de esa provincia, en noviembre de 1999; que hizo la denuncia en la policía y se instruyó una causa judicial, la 40.887. Como ya lo analizaron dos criminalistas en este diario, Osvaldo Laborda y Eduardo Frigerio, “nadie denuncia que le robaron un arma que se va a utilizar en un crimen tres años después. Es descabellado, incoherente y falto de seriedad”. También el entonces estudiante de medicina y ahora médico, Diego Piazza, ratificó todas las versiones de los García Belsunce incluyendo que, cuando estaban intentando reanimar a María Marta, ningún médico percibió que le hubieran pegado balazos ni nadie propuso llamar a la policía.
Piazza contó que él tuvo dudas de la teoría del accidente, al igual que el hermano de MM, John Hurtig, y la amiga Pichi Taylor. La insistencia de estos últimos determinó que la familia convocara al fiscal Diego Molina Pico y al jefe de Investigaciones de San Isidro, quienes concurrieron al velatorio y estuvieron junto al cuerpo, pese a lo cual dijeron que no había problemas y se podía enterrar a la víctima. Por último, se produjo el careo entre dos amigas de MM, Taylor e Inés Ongay. Como suele suceder en los careos, ambas se mantuvieron en sus posiciones, aunque la explicación de Taylor suena mucho más lógica que la de Ongay.
Hace dos semanas, el abogado defensor del sospechado vecino Nicolás Pachelo, Roberto Ribas, dio a entender que había descubierto lo que podría ser el arma del crimen: un sobrino de Carrascosa tuvo un revólver Orbea, 32 largo, que no sabe si lo perdió o si se lo robaron. Lo llamativo es que fue el fiscal Molina Pico el que averiguó en el Renar si un familiar de Carrascosa tuvo un calibre 32, pero el que lo difundió a la prensa, el que se convirtió en vocero de la averiguación del fiscal, fue el abogado de Pachelo.
Ayer, el sobrino de Carrascosa terminó con la cuestión, presentando en el juicio una prueba categórica. Le hurtaron el arma en 1999, hizo la denuncia, tiene copia y hubo causa judicial instruida en la ciudad de Corrientes. Ognio, además, dijo que nunca le prestó ninguna arma a su tío y jamás lo vio con un arma. El fiscal trató de relativizar el testimonio preguntándole por qué llevaba en su camioneta el revólver si no tenía permiso de portación. Ognio se trabó por una razón obvia: sabía que aquello era violatorio de las normas. Pero desde el punto de vista del crimen de MM esa cuestión es irrelevante. Como le dijeron a este diario los criminalistas Laborda y Frigerio, “es descabellado hacer una falsa denuncia de hurto de un arma para que sea usada en un crimen tres años más tarde”.
Luego, Diego Piazza reiteró que cuando Irene Hurtig lo fue a buscar, desesperada, porque MM había tenido un accidente, se encontró en la vivienda con Carrascosa; el marido de Irene, Guillermo Bártoli, y la masajista Beatriz Michelini, haciéndole reanimación. Tal cual lo declarado por todos ellos. También relató que al lugar fueron llegando dos médicos y dos enfermeros, que ninguno vio ni hizo comentario alguno sobre la posibilidad de que a MM la hubieran matado y tampoco que la situación ameritaba la concurrencia de la policía. Piazza dijo que él sí tuvo dudas porque la hipótesis era que ella se había golpeado con las canillas y a él eso no lo convencía, porque le pareció que la canilla no tenía sangre. De todas maneras, no recordó haber expresado sus dudas. Aun así, los mismos interrogantes se plantearon John Hurtig y Nora “Pichi” Taylor. Eso llevó a que, tras la insistencia de Hurtig, fueran convocados el fiscal y un jefe policial. Molina Pico no ordenó la autopsia, pese a estar al lado del cuerpo, porque lo convenció la opinión de la mayoría de la familia y también –según afirma– la del fiscal Romero Victorica, que estaba en el velatorio. Todos creían que se trató de un accidente.
También se concretó ayer el careo entre las dos amigas de MM. Ongay sostuvo que Pichi Taylor le contó que se había pagado para no hacer la autopsia. Taylor lo negó. Las dos mantuvieron sus posiciones, pero Taylor dio algunos argumentos de peso. Dijo que casi no se conocía con Ongay y que a nadie se le ocurriría hacer una confesión semejante, como la de una coima para no hacer la autopsia, a una persona con la que no tenía ninguna confianza. En verdad, la polémica no tiene verdadero sentido. El único que tenía la autoridad para que la autopsia se hiciera o no se hiciera aquel día era el fiscal Molina Pico. Es obvio que nadie lo coimeó.
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