¿Este embarazo fue planificado? –le preguntó Página/12 a Griselda.

–No, ninguno en verdad. Ahora me estaba cuidando por los días, porque otros métodos como el DIU no me resultaban porque lo rechazo, y también se me hizo difícil comprar las pastillas, y en el hospital no había. Dicen que las entregan, que hay anticonceptivos, pero la verdad es que no hay. Yo soy grande y sé y no les voy a echar la culpa a los médicos por mis embarazos, pero a mí nunca me ofrecieron un método después de cada parto.

Ahora ya tiene su prole, pero si hubiese podido planificar el número de hijos –dice– hubiera tenido menos hijos. “Porque sufren ellos y sufrís vos. En este momento mi marido está sin trabajo. Por ahí le querés dar algo a uno, a otro y se complica porque no podés...” Y antes de despedirse, Griselda hace un pedido solidario: “Si alguien puede ayudarnos dándole un trabajo a mi esposo, que nos llame, hizo vigilancia, trabajó en una metalúrgica, en imprentas, como mozo en confiterías”.