Martes, 20 de enero de 2009 | Hoy
Por Carlos Rodríguez
Desde Villa Gesell
Desde las cinco de la tarde, en el barcito de Noctiluca, mientras Natalia prepara unos buenos tragos, Filomena Casierra Ortiz, una ecuatoriana certificada por donde se la mire, sale al ruedo para hacer salsa, aunque aclara –modesta– que su hermana baila mejor que ella, todavía. Se mueve al ritmo de “Chan chan” (del disco Buena Vista Social Club), de Rubén Blades o de Juan Luis Guerra, pero hace siempre una breve introducción sobre “la realidad latinoamericana”. Sobre todo con temas como “El padre Antonio y el monaguillo Andrés”, de Blades. Filomena aprovecha para recordar a monseñor Oscar Arnulfo Romero, arzobispo de San Salvador, asesinado en marzo de 1980 por un grupo paramilitar. Salsa y política.
Filomena nació en Esmeraldas, es profesora de educación física, licenciada en Comunicación Social y habla el inglés a la perfección, pero por ahora sólo tiene la posibilidad del baile. La acompaña, en timbal, su hijo Diego, de 14 años, que tiene un parecido increíble con el Palomo Uzuriaga, aquel delantero colombiano que cautivó a la hinchada de Independiente.
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