Domingo, 23 de mayo de 2010 | Hoy
“El juicio a Adolf Eichmann fue la demostración de que las víctimas fueron capaces de llevar a su victimario a los tribunales: quienes lo capturaron fácilmente podrían haberlo matado en ese momento, pero en tal caso no habría sido más que un acto de venganza, sin dejar enseñanza para el futuro. La decisión de llevarlo con vida a Jerusalén permitió exponer ante el mundo los crímenes que él había cometido: su rol en la maquinaria nazi condujo no sólo al asesinato de seis millones de judíos, sino también al de muchas víctimas no judías”, resumió Sergio Widder, director para América latina del Centro Wiesenthal.
En caso de que Israel hubiera solicitado formalmente la extradición de Eichmann, “no sólo es probable que hubiese sido denegada, sino que existía el legítimo temor de que, todavía antes, alguien diera aviso a Eichmann y le permitiera huir del país”, observó Widder.
“Simon Wiesenthal (quien se hizo célebre por identificar y perseguir penalmente alrededor del mundo a jerarcas nazis) estuvo entre los primeros que advirtieron el rol clave que había cumplido Eichmann en el exterminio. Cuando Wiesenthal, en 1945, fue liberado del campo de concentración nazi donde se hallaba pasó a trabajar con la sección del ejército norteamericano que se dedicaba a recopilar documentos y testimonios de los crímenes nazis para los juicios de Nuremberg. Por comentarios de sobrevivientes pudo discenir la importancia que había tenido Eichmann y, cuando las potencias aliadas decidieron cerrar el tema de los juicios, mantuvo abierta la atención sobre ese caso”, contó Widder, y destacó que “el proceso a Eichmann en Israel es uno de los precedentes más importantes en términos de justicia para casos de genocidio y violaciones masivas a los derechos humanos”.
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