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–Usted no estuvo mucho tiempo más en Catamarca. ¿Por qué la trasladaron?

–Yo salí en el ’92. Mi etapa estaba cumplida.

–Pero usted no renunció.

–No, me sacaron por conveniencia, ya hacía tiempo que me querían sacar. El traslado fue pedido.

–¿Pedido por quién?

–Por la Iglesia, por la congregación y por la gente que veía que me tenían que sacar.

–Porque ya había molestado bastante.

–Yo molestaba, era evidente que yo tenía que salir.

–¿El poder político le pidió a la Iglesia que la sacaran a usted?

–Yo creo que sí, fue mutuo, el poder político y la Iglesia arreglaron mi traslado.

–Ahora sigue molestando en Goya.

–Sí, en todo el país, en todo lo que esté vinculado con el crimen organizado. Tengo un convenio con la Sedronar. Nosotros estamos en contra de la despenalización de la droga, porque si bien es un proyecto de ley bueno para un país que no tenga corrupción, en un momento de crisis, vemos que siguen sin instalarse radares para detectar las avionetas de los carteles que actúan en nuestro país. Veo que el Gobierno de la Ciudad ha sacado los chicos de la calle para limpiar la pobreza, ¿adónde están esos chicos? Los han encerrado en las villas de la ciudad. Ahí está la policía de la merca. Para poder seguir drogándose, tienen que robar, tienen que alquilar un arma por diez pesos, que se la alquila la misma policía. Entonces, todo lo que antes se veía afuera, se hace ahí adentro, con una proyección de exterminio. Es el segundo genocidio. Con Menem creció el consumo de la droga; con Duhalde, el comercio, y con los Kirchner, las cocinas y los laboratorios. La muestra la tenemos en las villas o con la masacre de General Rodríguez.

–El Sedronar no hace mucho para combatir eso.

–El Sedronar tiene, como toda institución, un lado bueno y otro no bueno.

–El proyecto oficial no propone despenalizar la droga sino el consumo de drogas.

–Pero esto facilita la otra puerta que se abre, la del narcotráfico.