SOCIEDAD

Modelos y pautas culturales

Irene Meler *.
El poder
Nadie cede una posición de privilegio si no es obligado. Cuando las mujeres estén en mejor posición económica, porque el trabajo de ellas se pague mejor, a los varones no les va a quedar otra salida que aceptar una distribución más equitativa de las tareas domésticas. Lentamente las van a ir incorporando, pero no sin lucha. No es casual que sean más los que hacen las compras o sacan la basura, siempre incorporan las tareas de afuera. También hay que decir que hay muchas mujeres que se resisten a compartir las tareas domésticas: por una cuestión de identidad, muchas sienten que si pierden el liderazgo doméstico pierden feminidad. Y lo mantienen criticando y saboteando lo que hacen los hombres. La paternidad, en cambio, es una tarea que ellos han descubierto que es gratificante; desgasta, pero hace bien a la salud mental, son un suministro de afecto. El contacto con personas que crecen es altamente saludable, mientras que las tareas domésticas son monótonas, repetitivas, no pagas, poco apreciadas e invisibles y están vinculadas al servilismo.
* Coordinadora del Foro de Psicoanálisis y Género de la APBA.

Dora Borrancos *.
La paternidad
El psicoanálisis, la psicología en general, algunas nuevas convenciones para padres y los climas de transformación social y cultural han ayudado en el cambio experimentado por los varones en cuanto a la paternidad. Es un cambio muy conmocionante: asumir la paternidad en el sentido de cuidado reproductivo es algo completamente nuevo en la historia, que en la Argentina comenzó en forma incipiente después de la última dictadura militar. Si se repara en la tajante división de esferas que se hace muy nítida durante el siglo XIX, se puede decir que el cuidado del padre sobre el hijo es un cuidado de tipo estratégico, de supervisión, salvo honrosísimas excepciones. Más allá del peso que tiene la madre, el siglo XIX no significa que en las clases medias sean ellas las que elijan, por ejemplo, dónde van a estudiar los hijos. En la sociedad inglesa, por ejemplo, la decisión de enviarlos a la public school, el sistema de escuelas asilares para niños de altísima clase media con expectativas de triunfar como clase media dominante, depende exclusivamente del padre. Eso está muy bien narrado por Virginia Woolf. No quiere decir que el padre se ocupara de criar al chico. En el siglo XX hay cambios muy notables. Si uno mira al principio y al final de la centuria la transformación del sentimiento de paternidad es enorme. Hay algún envolvimiento de los varones en lo doméstico, pero sólo de algunas tareas. Por ejemplo, las compras en el supermercado, que antes era muy vejatoria para un hombre. La imagen que uno tiene es acompañando a mujeres, pero solos no. Y era bastante común en las clases altas que se ocupara de compras muy específicas, los llamados consumos conspicuos, excedentes, por ejemplo, la elección de sedas, de telas, pero siempre se acompañaban de mujeres.
Las mujeres han presentado una revolución muy abierta permaneciendo en el mercado laboral. La Argentina tuvo históricamente tasas menguadas de trabajo femenino. No era demasiado diferente de lo que ocurría en el resto de América latina y apenas superior a algunos países con tradición musulmana. En los últimos 20 años, estamos ante una situación sorprendente. La mayor presencia femenina en el mercado laboral implica un movimiento, una modificación de las responsabilidad en el interior familiar, en especial, lo que tiene que ver con los cuidados auxilios de supervivencia.
* Historiadora, directora del Instituto Interdisciplinario de Estudio de Género del la Facultad de Filosofía y Letras de UBA.

Sergio Sinay *.
Los moldes
¿Por qué existe esta férrea resistencia de los hombres a involucrarse en cuestiones domésticas? Es cultural y ancestral. La mayoría de los hombres ha visto siempre a las cuestiones domésticas como una área femenina. Los hombres que hoy son adultos no han visto a sus padres en áreas domésticas, sino más bien despreocupados y hasta despreciativos de estas funciones. A diferencia de las mujeres para quienes lo que tiene que ver con externo, lo laboral y lo político, ha sido deseable, para los varones, no, siempre se ha transmitido como algo debilitador. En la mujer el hecho de servir está incorporado desde temprano en su naturaleza; en el hombre producir y ser proveedor es lo que lo caracteriza. El hombre cuando sirve necesita ser reconocido, tiene la cultura de actuar por mérito. El tiene la necesidad de reconocimiento por la tarea cumplida. Así como no hay añoranza por lo doméstico, lo que observo en mi trabajo con grupos de hombres es que en muchos hay un sentimiento latente de añoranza de contacto con los hijos, de los cuales han estado tan alejados como de lo doméstico. Hay una tendencia tanto en los padres de hijos chicos como aquellos de 50 o 60 que están buscando conectarse con sus hijos, desde el hambre de no haberlo estado con sus padres. Antes no se manifestaba tanto, porque el paquete de lo doméstico era más cerrado y homogéneo, hijos y domesticidad iban juntos. Más allá de los cambios, algunos por una evolución natural y otros traumáticos por la crisis, todavía me parece que para la mujer el trabajo figura como una opción; aunque cada vez más es una obligación, queda en su inconsciente como una opción de desarrollo, de ganar espacios. Pero para el hombre optar por lo doméstico nunca fue algo que el varón sintió que lo hacía crecer, que le iba a dar más autonomía. Esto queda como residual y no los arrastra al espacio doméstico.
* Escritor y terapeuta

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