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Desde el 2000 a la fecha, y sin contar a los desaparecidos, en México fueron asesinados 74 periodistas. La mayoría trabajaba en pequeños diarios regionales, cerca de la frontera con Estados Unidos, donde los capos de las bandas criminales ya dominan parte de los diarios. “O se impone la autocensura, porque los jefes piden no escribir sobre la violencia que hay, ni sobre las bandas criminales, para no arriesgar la vida de más periodistas”, le contó a este diario Marcela Turati, de la revista El Proceso.

Entre los casos más resonantes está el de los asesinatos de Yolanda Ordaz de la Cruz, Miguel Angel López Velasco y Noel López Olguín. Los tres trabajaban en el diario veracruceño Notiver y fueron masacrados con pocos días de diferencia en julio pasado. La desconfianza de los periodistas no apunto sólo a las bandas criminales, sino también a los distintos gobiernos e incluso a compañeros de trabajo. Erich Moncada, de Radio Bemba en Sonora, aseguró que “el tema más peligroso es cualquier nota que hable de la relación entre traficantes y gobierno”.

Turati fundó en 2007 junto con otros colegas la organización no gubernamental Periodistas de a Pie, desde la cual se inició una labor de contención colectiva y seguimiento de la información oficial. “Cuando Calderón decidió enviar las fuerzas armadas y la policía, se desencadenaron inmediatamente la violencia y las violaciones a los derechos humanos. En un principio nos vimos obligados a repetir la información oficial, pero enseguida nos dimos cuenta de que faltaba algo: había que visibilizar a las víctimas, en los boletines del ejército eran apenas una cifra, sin distinciones de edad, sexo, ocupación, etc.”, explicó.

Además de desnarcotizar la agenda para dar paso a los orígenes de la tragedia que vive el país, según Turati, desde su ONG siguieron meticulosamente los boletines oficiales del ejército. “Son una mentira: hemos descubierto que, con diferencia de meses, daban cuenta de la detención del mismo capo del narcotráfico varias veces”, afirmó la periodista.

El domingo pasado, en el DF, alrededor de 300 periodistas marcharon por la avenida Reforma para exigir justicia. Algunos iban con custodia y, aunque no daban sus nombres, pedían identificación antes de hablar. “Yo sé que no tendría que marchar, estoy amenazado de muerte, pero algo tenemos que hacer”, dijo uno de ellos. El lema de la marcha fue parecido al usado en las manifestaciones por el asesinato del fotógrafo José Luis Cabezas: “El peor crimen es el silencio”.