Miércoles, 12 de junio de 2013 | Hoy
SOCIEDAD › OPINIóN
Por Martín Granovsky
Una chica fue asesinada. Se llamaba Angeles Rawson y tenía 16 años. Para ella y para cualquiera, empezando por su familia, nada importa más que una cosa: tenía una vida y no la tiene más. Le mataron la vida. Frente a ese hecho tan categórico todo análisis es secundario. Incluso el análisis que pueda desplegarse en esta columna y la polémica que pueda surgir a partir de su lectura.
Igual que cuando mataron a Candela Rodríguez, en 2011, algunas páginas web utilizaron ayer el Facebook de la adolescente no como fuente de ilustración mínima, sino al estilo de una invitación al turismo morboso. A las 16.31, la web del diario La Nación publicó una noticia con este título: “Angeles Rawson apareció muerta en una planta del Ceamse en José León Suárez”. Y agregó: “Lo confirmó su familia; la joven de 16 años estaba desaparecida desde ayer”. La nota puede leerse recurriendo a este link: http://bit.ly/ZHNtlt.
Luego del artículo y antes del mapa que mostraba dónde fue encontrada la chica, los editores de la web tomaron una actitud atinada. No es la primera vez que La Nación lo hace. “Por la sensibilidad del tema, la nota fue cerrada a comentarios”, advirtieron.
Sin embargo, el cuidado se contradijo con el último párrafo del texto. Informaba sobre la actividad de la fiscalía 35, que había entrevistado al padre y a varias amigas de Angeles, y señalaba que “había iniciado la búsqueda de pistas en el correo electrónico o el Facebook de la víctima”. En la nota, las últimas cuatro palabras, “Facebook de la víctima”, mostraban el subrayado azul grisáceo que se usa en la web o en las redes sociales para linkear con otro sitio. En este caso el convite buscaba llevar al Facebook de Angeles.
A la hora de la invitación al Facebook, ya estaba confirmada la noticia de la muerte de la adolescente.
La existencia de dos criterios contradictorios en una misma nota y en una misma edición –el cuidado final frente al descuido de la intimidad de Angeles cuando además ya no era necesario difundir más fotos porque la habían matado– tiene un dato más. En el mismo texto, cerca del comienzo, hay un subrayado sobre la frase “desaparecida desde ayer”. Al hacer clic con el mouse sobre el subrayado en azul aparece una nota de la web de las 14.57 con este título: “Buscan a una adolescente que desapareció en Palermo”. El texto incluye la información sobre el colegio de Angeles y dos fotos. Una es de tres cuartos de perfil derecho y la muestra con una polera que dice “Mumi”. La otra es de tres cuartos de perfil izquierdo. Como están los teléfonos de contacto, es razonable suponer que la Justicia o la familia, o la Justicia con acuerdo de la familia, difundieron las imágenes. Obviamente no hay en la primera nota un link con el Facebook. Si Angeles estaba en búsqueda, ¿para qué hacerlo? Eso se deben haber preguntado, de hecho, quienes escribieron y editaron la nota original. O, más probablemente, no se lo preguntaron. Simplemente se abstuvieron de invitar a recorrer el Facebook porque ni se les ocurrió hacerlo.
El propio comportamiento inicial de los periodistas es el que lleva a una pregunta: si no era informativamente necesario el Facebook antes de la muerte, ¿por qué sería informativamente necesario después?
Ayer por la tarde, también, la web de Infobae ilustraba su nota “Conmoción por el brutal crimen de una joven estudiante de 16 años” con la foto de Angeles y su polera. Al costado, como si se tratara de una figura del espectáculo o una modelo, una sección ofrecía “fotos relacionadas”. Eran seis, incluyendo la original que acompañaba a la búsqueda del principio. Y otra vez, entonces, la misma pregunta: ¿para qué?
No hace falta discutir años enteros sobre si es necesario un código de ética. Cualquier periodista sabe contestar si era necesaria la exposición íntima de una adolescente asesinada. No, no lo era. Como no era necesario mostrar las fotos sexuadas de una Candela aún más chica que Angeles.
Lo principal es la vida y la muerte. Ahora, la investigación judicial. Siempre, la mayor prevención posible para evitar la violencia en cualquier grado contra las chicas y los chicos antes y durante la adolescencia, porque una sociedad que permite esa violencia contra los más frágiles es en conjunto más débil y vulnerable. Una vez más queda claro que el sector de la sociedad que va del nacimiento a los 18 años produce infinitamente más víctimas que victimarios. Por eso la necesidad de la mayor prevención. Mientras tanto, y sin grandilocuencia, que cada uno conteste esa pregunta: ¿para qué? Y esta otra: ¿de verdad era necesario?
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