“Los concursos de belleza son una clara expresión de la persistencia de la cultura machista y el patriarcado”, consideró en diálogo con Página/12 Estela Díaz, secretaria de Género de la CTA, que conduce Hugo Yasky. “El enorme avance en igualdad de las mujeres convive junto con este tipo de certámenes, que se siguen reproduciendo casi igual desde sus orígenes, donde las mujeres son exhibidas como una mercancía y un objeto decorativo. Por más que ahora también hay desfiles de varones, lo cierto es que esto no supone tampoco avances en igualdad. Pero además muchas preguntas podrían hacerse: quién define qué es bello. La belleza es relativa, es histórica y en contexto. ¿Elegirían en algún concurso de belleza a la gordita Mona Lisa de Leonardo? Como dice la canción, la historia la escriben los que ganan, ésta también, es una historia de subalternidades y segregaciones”, agregó al ser consultada por este diario.

Los concursos internacionales, de las misses, son situados a mediados del siglo pasado, coincidiendo con el período en que las mujeres comenzaron un largo proceso de lucha para su autonomía e igualdad, puntualizó Díaz. “Pero lo cierto es que ubicaría sus antecedentes mucho más atrás. Todavía en la isla de Gorea en Senegal, como museo del horror, están los lugares donde desfilaban los negros y las negras para la selección previa que los llevaría como esclavos a América. También podemos remitirnos a las recorridas de los señores feudales por las aldeas, haciendo desfilar a las hijas de los campesinos y aldeanos para elegir las más bellas. ¿Una exageración? No creo. Hay algo de las esclavitudes modernas en este tipo de exhibiciones, claro que de manera más sutil y con la anuencia de las víctimas propiciatorias de la fiesta mercantil y banalizadora de lo femenino, del cuerpo y la sexualidad”, siguió la dirigente gremial, con larga trayectoria en la defensa de los derechos de las mujeres.

Para Díaz, “es más grave” cuando es el mismo Estado el que promueve y difunde este tipo de eventos. “Pero está tan naturalizado que ni siquiera se lo cuestionan. Salvo las feministas que en diferentes momentos y lugares han realizado actos de repudio, nadie se pregunta por un hecho cultural tan negativo. Como cuenta con grandes niveles de aceptación social y por parte de las jóvenes que participan, me parece que hay más responsabilidad desde el Estado de comenzar a generar conciencia de que este tipo de selecciones no aportan nada positivo y que, por el contrario, están confrontando con muchas de las legislaciones que nuestro país viene suscribiendo sobre la no discriminación y contra la violencia”, apuntó. Y concluyó: “Me parece muy importante que comencemos a hablar del tema, que se sumen voces diversas para hacer visible cómo convivimos tan naturalmente con prácticas que nos desigualan”.