SOCIEDAD › EL CAMINO A UN DERECHO

Teoría y práctica

 Por Mariana Carbajal

Stella Maris Manzano creció en una familia mixta. “Mi mamá me bautizó a escondidas de mi papá, que era evangélico y no quería. Después me bauticé en una iglesia evangélica también”, cuenta a Página/12. Terminó el secundario a los 16 años y a los 17 estudió un año teología en una escuela bíblica. “El cristianismo nos lleva a respetar los derechos humanos. Jesús era muy claro en esto: no hay que poner a los demás piedras más pesadas que las que no- sotros llevaríamos. Los hombres que nos imponen llegar a un parto están poniendo a las mujeres cargas muy pesadas que ellos no se animarían a llevar. Ni hablar de los curas que ni contribuyen a perpetuar la especie o que hablan del derecho del niño, y cuya Iglesia Católica ha sido recién sancionada por la ONU por proteger a los pedófilos dentro de la institución”, dice Manzano. Tiene dos hijos, un varón y una mujer, ya mayores de edad.

Cuenta que empezó a capacitarse en el tema en 2008 con un programa del Ministerio de Salud de la Nación para mejorar la atención en el posaborto. Básicamente, apuntaba a erradicar el maltrato a las mujeres, a que no le dieran menos analgésicos que los que requerían o le hicieran legrados sin anestesia. “Al final nos hacen leer el artículo 86 del Código Penal. Ahí empiezo a pensar que todo aborto es no punible. Porque como obstetra sé que cualquier embarazo pone en riesgo la vida o la salud de la mujer gestante. De ahí a llevarlo a la práctica fue un largo camino porque nadie lo hacía. Mucha gente decía que no era punible sólo si el riesgo no se podía evitar por otro medio. No hay medio por el cual podamos evitar la diabetes gestacional, la pre eclampsia, tal vez podamos evitar la muerte, pero no la enfermedad. No somos asesinos de fetos. Hago abortos para salvar vidas de mujeres”, reafirma la médica.

–Se dice que los médicos que realizan abortos son estigmatizados por sus colegas. ¿Le sucede a usted? –le preguntó este diario.

–No. Soy una médica muy respetada. He sido jefa de Servicio de Ginecología, fui referente del Programa Nacional de Mejoramiento en la Calidad de Atención del Posaborto y el año pasado fui jefa del Area Externa del hospital. Soy una conocida militante por el derecho al aborto. Al revés, cada año se han sumado más colegas a realizar esta práctica. En mi ciudad es en la que más médicos hacen abortos, más que en el resto de las ciudades de la provincia. En Trelew son alrededor de 25. Cuando uno de nosotros habla y hace público por qué hace abortos no punibles, los demás lo entienden. En la mayoría de los médicos hay una cuestión de temor. Nos hacían creer que estaba prohibido hacer abortos no punibles, que nos iban a perseguir. Y la verdad es que nadie nos puede perseguir por salvar vidas. Es simple y muy claro.

En el resto de país, aun con el fallo FAL de la Corte, que exhortó a las provincias a dictar protocolos de atención de los abortos no punibles y, entre otros puntos, aclaró que no se debe exigir una autorización judicial ni otro requisito más que el consentimiento de la mujer, todavía se observan diversos obstáculos a la hora de garantizar un aborto no punible. Actualmente, sólo ocho provincias tienen guías de atención que siguen los lineamientos que recomendó la Corte Suprema: además de Chubut, Chaco, Jujuy, La Rioja, Misiones, Santa Cruz, Santa Fe y Tierra del Fuego. Otras ocho jurisdicciones tienen protocolos, pero que se alejan del fallo del máximo tribunal porque imponen algún tipo de exigencias arbitrarias para acceder a la práctica. Esto ocurre en Córdoba, Entre Ríos, La Pampa, Neuquén, Ciudad de Buenos Aires, provincia de Buenos Aires, Río Negro y Salta. Las restantes provincias no tienen ninguna normativa específica, aunque esa circunstancia no significa que no deban garantizar también en sus hospitales el acceso a la intervención.

Frente al análisis de este escenario nacional, Manzano advierte que Chubut “no es un paraíso”. “Los que hacemos abortos somos muy valientes. Y nos hemos expuesto públicamente”, subraya. Cuando hizo el segundo aborto en 2010, a la adolescente violada de Comodoro, le bajaron el sueldo a la mitad. “Tenía 30 horas más guardias, y me bajaron a 20 y me sacaron mis horas de dedicación funcional desde el Ministerio de Salud. Ahí salí con los tapones de punta. Hablé con el procurador de la provincia, con el presidente del Superior Tribunal, con diputados y denuncié que me estaban reduciendo el sueldo por haber hecho los abortos. Me hicieron creer que estaba todo arreglado, me devuelven ese mes el dinero que me habían quitado. Pero mi sueldo después no aumentaba. Como soy muy distraída no me daba cuenta de que, en realidad, sí me habían quitado 20 horas, pero no me la sacaron de pronto: esperaron que la inflación me fuera comiendo ese aumento. Me di cuenta el año pasado. Y pude recuperar mis horas. Soy full-time. Hay psicólogas que han sido amenazadas por las propias autoridades del hospital, por colegas. Un abogado del Colegio de Psicólogos les ha dicho que firmar los pedidos de aborto las pone en peligro, porque el Código Penal dice que es no punible si no se puede evitar por otros medios el riesgo para la salud o la vida de la mujer, es decir, pretenden que se tenga que convencer con psicoterapia a las mujeres a ser madres. Contra esto, a lo que yo apuesto es a capacitar”, señala Manzano.

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