Con cumbias y canciones de León Gieco de fondo, los pibes evaluaron en los micros cada día de marcha. Durante ese “viaje al centro de la conciencia nacional” recogieron regalos e historias. En Santa Fe les dieron una bandera argentina con una hormiga en lugar del sol: símbolo de Pocho Lepratti, el militante asesinado por la policía en las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001. Y otra de la Coordinación de Niños Trabajadores de Paraguay, con que ironiza la leyenda del símbolo patrio de ese país con la inscripción “Con hambre, ni paz ni justicia”.

En Puerto Iguazú, se abrazaron con gurises mbyá guaraní, que fueron a saludarlos descalzos, en medio de la lluvia. En Rosario, hicieron cantar y saltar a una gran multitud que coloreó el Monumento a la Bandera. Y en Formosa oyeron a Rita, de 12 años, que en nombre de los chicos de allí hizo oír su petición: “No queremos chicos delincuentes, pero tampoco policías asesinos”.

En Santa Fe, almorzaron el guiso que los Ex Soldados Combatientes de Malvinas prepararon en la cocina de campaña que utilizan en barrios pobres y usaron para los inundados. “No me sirve una patria con pibes con hambre. Por eso, acompañarlos es una manera de seguir combatiendo”, les dijo Rubén Rada, presidente de ese centro. En esta provincia también marcharon con niños y familias de cartoneros que viven en barrios inundados y encabezaron la marcha en sus carros, con carteles que decían “No queremos abuelos que mueran de tristeza” y “Queremos una vida feliz”. Al verlos, Carlos, de Ruca Hueney, una organización de General Rodríguez, comentó que “si desde el Movimiento llegamos a esa gente, quiere decir que estamos en el buen camino”.