Estuvo en miles de marchas desde los ’70, cuando militaba. Vino con tres amigas, sobrias entre los pelos de colores y los carteles que no paran de leerse mutuamente, fascinadas. Quiere parar para la foto pero no la dejan, hay que seguir caminando a la par de las jóvenes, hay que latir con ellas. “Vine porque creo que la sociedad se tiene que dar espacio para pensar estos crímenes, si no está todo tan naturalizado que nadie se plantea nada. Creo que llegamos a un punto en que otras deudas con el pasado están saldadas y nos podemos poner a pensar en nuestros derechos”, arriesga. Sus compañeras asienten y se dejan abrazar por el ruido, los cantitos que calientan la previa del acto. “Creo que el mayor tema es la policía y el Poder Judicial, porque las leyes están pero no se implementan. Desgraciadamente hoy hay más muertes, estoy segura”, vuelve a arriesgar y asegura que antes había más casos de mujeres golpeadas pero ahora a las mujeres se las mata con más crueldad y sin titubeos. “Desde los ’70 hemos vivido violencias y sobre todo las mujeres, los niños y ancianos, pero creo que la lucha por los derechos humanos de este gobierno habilita que estas violencias pierdan inmunidad. Hay un estado de movilización general que es emocionante y que impide que quienes quieren ningunear esta causa sigan haciéndolo.” Cristina se considera feminista desde siempre, en el trabajo, en los lazos familiares, en la militancia, como pudo. “De la mujer primero se espera que sea linda y al varón se le exigen otras capacidades”, dice y se disculpa, tiene que irse; las amigas se alejan demasiado.