Por Entre Ríos apura el paso una patota de amigxs, riéndose, cantando. Son compañerxs de la nocturna Cecilia Grierson y se pelean por dar testimonio, por salir en la foto. No es la primera marcha a la que van juntxs pero es la que más lxs movilizó, dicen, a venir juntxs, varones y mujeres, a pesar de las diferencias con las que se bardean mutuamente. Carla habla más fuerte, está segura de que la violencia machista es una causa de todxs y que nadie puede desconocerla, mirar para otro lado, decir que no sabe de alguien que la haya vivido porque la vivimos todas, todos los días. “Yo pienso más allá, pienso en la violencia contra los gays y travestis, que también la sufren y son invisibles”, dice y mira a su maestra, que la alienta a terminar esa charla que empezaron hace un mes, cuando se lanzó la convocatoria. “Concientizar a las mujeres es el primer gran paso. El respeto hacia las diferencias sin importar el género, la edad, la raza o la condición social”, completan como un mantra que aprendieron en una meditación compartida. Pero Carla vuelve a pedir la palabra, recuerda y cuenta al grupo el caso de una amiga, madre de dos niños, que sufría los golpes cotidianos de su pareja. “Fue un trabajo muy largo hacerle entender que tenía que zafar de ahí. Con esa historia me di cuenta de que la dependencia económica es real y que una mujer puede soportar los golpes porque no tiene adónde llevar a sus hijos.” Costó, pero la amiga logró irse de su casa, empezar de nuevo y dejar una huella en el círculo de mujeres que estaba su alrededor. Hoy Carla dice que lo más importante es saber decir no.