Viernes, 5 de junio de 2015 | Hoy
NI UNA MENOS > ¡OIGAN TODXS!
Lorena, 40, vendedora
Ser muchas logra que ese aguijón clavado hace mucho y silenciado siempre, desubicado para salir en el momento más inesperado, no sea un recuerdo inoportuno, sino la oportunidad para hablar sin crucificar la vida, sin enterrar las ganas y sin pedir permiso. El acto central termina y la gente se queda, en la vigilia de un momento en que escupir las violencias para que no vuelvan se vuelve un ritual compartido. Las palabras salen y se saben cómplices vencedoras de quienes las creían vencidas.
–Sufrí abuso sexual de chica. Era mi tío y padrino. Gracias a Dios ya está muerto –se alivia, abrazada a su hija de 8 años que toma la calle en son de fiesta.
La marcha no convocó tantos oradores oficiales como oradoras de sus propias historias expulsadas de la impunidad del silencio para convertirse en una complicidad colectiva que no perdona y resucita la amorosidad como venganza. No es solo una marcha nueva. Es la oportunidad de decir lo que se silenciaba y olvidaba. Lorena, como tantas, creció sin poder contar lo que no le gustaba. Su hija crece escuchando a su mamá, entre muchas, diciendo que ya nadie le puede hacer lo que ella no quiera.
–Mi tío abusaba de mí, mis hermanas y mis primas y todos los mayores sabían y se hacían los boludos –retrata un pasado pisado por una nueva matriz colectiva.
–Ahora si pasa se denuncia y se cría a los hijos con conciencia –diferencia y da la bienvenida al futuro.
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