Tiene 16 años y no está acompañada, como los muchísimos, de 16, por otros muchísimos de 13, 15, 16 o 17 que se juntaron antes en los colegios a pintar carteles, a llorar abrazos mutuos por las que ya faltan en las aulas porque desaparecieron, porque se las llevo un tipo más grande, porque las mataron en las vacaciones o, incluso, porque los accidentes viales les quitaron la vida. Ella tiene 16, ojos negrísimos, un cartel de una amiga de la que sabe el nombre y que ya no está –Daiana Vaney– y ni siquiera tiene la ocupación cantada a su edad de ser estudiante. No hay nadie a su alrededor, nadie con quien hable, pero no vino a quedarse callada. Vino a que su hermanita de 7 años no tenga sus marcas de 16. Y su hermanita es su todo. Su padrastro la maltrató, la violó, la embarazó. Ella logró hacerse un aborto y apartarse de esa historia y la Justicia decidió que también se alejara de su mamá con una restrición de acercamiento. Blanca no la ve hace cinco años. Con sus uñas azules sostiene el cartel y siente, por esta vez, que hay un lugar en el mundo en esa calle donde sus palabras hacen eco.

–Me siento muy cómoda –cuenta, entre la marcha que la amucha.