Viernes, 5 de junio de 2015 | Hoy
VISTO Y LEíDO I
Liliana Villanueva vuelca sus apuntes de una década sobre las clases de Hebe Uhart y de allí sale su libro homónimo, donde la literatura es un oficio que se construye con observación y amor.
Por Marina Yuszczuk
“No hay escritor, hay personas que escriben”: la frase es de Hebe Uhart y ella, persona que escribe, la repite cada vez que puede. Además, cuando en las entrevistas aparece la pregunta tan remanida por el origen de la vocación, Uhart lanza ese otro hit tan brillante como indiscutiblemente verdadero: “No se nace escritor, se nace bebé”. Pero la verdad es que, sin escritores y escritoras, no existiría la literatura tal como la conocemos. La institución se sostiene gracias a que hay escritores, mayormente varones, que se retratan leyendo sesudamente sus propios libros en fotos blanco y negro o miran a la cámara recios, desafiantes, tan seguros de sí mismos como los empresarios exitosos, sabiéndose dueños de la literatura. Los suplementos culturales y las ferias los aman y los necesitan, algunas personas los consumen junto con los libros exactamente como si una cosa no tuviera sentido sin la otra.
Las personas que escriben, mientras tanto, miran deseantes desde el otro lado de la vidriera. Y Hebe Uhart, que es una persona que escribe pero después de décadas de libros únicos llegó a ser también Hebe Uhart, detenta la excentricidad de ser, ella sí, una persona que escribe que llegó al canon, al pináculo, a la lista de escritores argentinos que hay que leer, o como quiera llamársele al éxito y el reconocimiento. Por eso no era improbable que existiera un libro como Las clases de Hebe Uhart de Liliana Villanueva, y por eso también es difícil imaginarse un libro del mismo tipo que compilara las clases de otrx gran escritor/a. Villanueva asiste desde hace más de diez años al taller de Uhart, y cuando se dio cuenta de que los apuntes de ese taller habían crecido hasta ocupar tres valijas y dos cajas tuvo la idea de ordenar todo ese material en un libro.
Los capítulos de Las clases de Hebe Uhart se agrupan alrededor de cuestiones trabajadas en el taller, desde la disposición para escribir (no centrarse en uno mismo, salir al exterior) y la importancia de captar los detalles y las particularidades, en los que Uhart es insuperable, hasta consejos del tipo: “Mis sueños son interesantes para mí pero no tienen por qué interesar a los otros”, o “El amor o el estado de enamoramiento sólo es importante para el que lo vive”. Tomar el libro como un manual para convertirse en una persona que escribe sería un poco ingenuo, pero el que lo hiciera, en todo caso, tendría que dejarse vapulear y someterse a un aprendizaje tan humillante –en un sentido quizá necesario– como el de Daniel San en Karate Kid: no encerar y pulir, pero sí dejar de mirarse el ombligo, abandonar la neurosis, contener la verborragia sobre sí mismo y hacer cosas tan simples como parar la oreja, escuchar cómo dice lo que dice la persona que se cruza en la calle, pensar qué personaje se podría construir a partir de ese rasgo.
En todo caso lo que nos llega de las clases de Hebe Uhart en el libro de Liliana Villanueva –y éste es su mayor logro– es Hebe Uhart, su tono completamente reconocible, su sentido común que hace sentir alivio entre tanta pose repetida, pero que a veces puede resultar hasta decepcionante. Después de todo, que alguien no se quiera mitificar es impensable, casi escandaloso, y en el libro de Villanueva no sólo se repite incansablemente la idea de que la literatura es artesanía, oficio, trabajo, sino que el conocimiento de Uhart se ofrece claro, abierto, generoso y en las antípodas de toda mística. El mundo es lo que fascina, y ponerse al servicio de esa fascinación, casi con humildad, es magia suficiente. La premisa es mínima, y hace pensar en lo improbable de que alguien como Hebe Uhart se hiciera famosa o se constituyera en un modelo de escritor (¿escritora?) si no fuera porque una serie de libros suyos increíblemente buenos están ahí para demostrar que la escritura –si no la literatura– puede prescindir de su propio circo.
Liliana Villanueva, Las clases de Hebe Uhart, Blatt & Rïos.
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