Viernes, 12 de febrero de 2016 | Hoy
Por Diana Maffía*
Me despedí de Lohana muchas veces porque ella siempre abrazaba con intensidad como si fuera un reencuentro luego de mucho tiempo o la última vez, todos los días. Tuve el enorme privilegio de estar cerca de su creatividad, su militancia profunda, su humanidad, su sentido agudo de lo político y su humor completamente irreverente, durante los últimos veinte años. Pude construir con ella complicidad amorosa en el marco de una relación de trabajo. Ese trabajo decente que ella reclamaba para todas las travestis, uno que valoraba su capacidad de teoría y de praxis y también le daba libertad militante. Ante cada conquista (fueron muchas e importantes) Lohana no descansaba, decía “ahora quiero que esto no sea un privilegio para mí, quiero que sea para todas”.
*Doctora en Filosofía y Directora del Observatorio de Género en la Justicia del Consejo de la Magistratura de la Ciudad de Buenos Aires.
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