Lunes, 27 de junio de 2016 | Hoy
19:36 › LAS DETENIDAS QUE COMPARTEN PRISION CON MILAGRO SALA REVELAN LOS MALTRATOS QUE SUFREN
Dos internas del Penal de Mujeres del Alto Comedero en Jujuy cuentan a Página/12 cómo funcionan los precarios espacios de encierro donde pueden permanecer semanas aisladas. También denuncian que les inyectan tranquilizantes. Por Alejandra Dandan
“Te esposan de los pies y de las manos. Le decimos ‘barquito’. Te ponen un inyectable con el que dormís tres días. Te hacen desnudar tres veces al día y te dejan bañar una sola vez al día. Hay agua fría, si tenés suerte a lo mejor sale caliente. Te dan la comida cuando ellas quieren, y fría. Si todas comen a las 11.30, a la 1 recién te dan la comida en el Chancho.”
El testimonio de una de las detenidas del Penal N° 3 de Mujeres del Alto Comedero en Jujuy habla del dispositivo de castigo al que son trasladadas las mujeres para corregir supuestos desvíos de disciplina. Milagro Sala –que lleva alojada seis meses en la prisión– denunció desde los primeros días la existencia de las celdas de castigo. La Procuraduría de Violencia Institucional (Procuvin), que tiene registrado el uso de tranquilizantes y respuestas medicamentosas en otras prisiones, denuncia que el método de los inyectables –que recuerdan a los usados en los centros clandestinos durante la dictadura para adormecer a los prisioneros antes de los vuelos de la muerte–, no se usa con criterios médicos, sino como un dispositivo de control ilegal sobre el cuerpo. El área también designa como “torturas” el pasaje de los prisioneros por espacios de castigo. Los abogados de Sala presentaron un hábeas corpus que la Justicia jujeña rechazó y que dictamina que las celdas de castigo son parte del reglamento legal del sistema penitenciario sin inspeccionar el lugar y sólo con las respuestas que envió el Servicio Penitenciario. La Procuvin ordenó en el mes de mayo la clausura de los “retenes” en el penal de Devoto que eran espacios semejantes.
El castigo en el Penal de mujeres del Alto Comedero es una práctica habitual. La cárcel cuenta con dos celdas de ese tipo, que las detenidas nombran como “el Chancho”. Son espacios de aislamiento donde las detenidas pueden pasar de 14 a 20 días recluidas. Cada celda tiene un soporte de chapa al que el servicio penitenciario menciona como una “cama” y un colchón delgado al que las detenidas mencionan como “colchones de los inundados”. La mayoría de las veces, el colchón permanece húmedo. Y como relata una de las mujeres, las celadoras entregan la comida fría, fuera del horario habitual y las detenidas quedan sin contacto con nadie. Las prácticas de castigo pueden incluir el traslado de ellas atadas de pies y de manos, una práctica a la que han llamado “barquito”.
Uno de los dos testimonios directos recogidos por Página/12 añade el uso de tranquilizantes como práctica habitual. Y agrega que ante la desesperación que produce el espacio y sus condiciones de deshumanización, las detenidas suelen lastimarse o “tomar lavandina” en busca de un salvoconducto que les permita acceder a la atención médica.
“La recreación es en un patio chiquito”, dice una. “Estuve 18 días la última vez. La celadora te grita, se abusan. Yo lloro mucho. Estoy encerrada sin poder ver a nadie ni escuchar nada. No hay ni un espacio para caminar. Cuando uno pide una enfermera si se siente mal, la enfermera no va. Es tanto el castigo, es tanto el encierro, que uno piensa en quitarse la vida. Tomaba lavandina para que al menos me sacaran un rato al hospital a tomar aire, o me cortaba. Todos los días con la misma ropa, así estés 20 días. Sólo te dejan llevar el champú, dentífrico y el cepillo de pelo”.
Esta mujer que no da el nombre por “miedo” a represalias, ingresó al penal con un problema de adicciones. Solía sufrir la abstinencia y sus gritos fueron parte de las razones por las que la sometieron al castigo. Durante una de las visitas, su madre la encontró golpeada. En un traslado le cortaron la planta del pie al arrastrarla.
En otras cárceles del país, esos lugares son conocidos en la jerga como espacios “secos” porque además no suelen tener agua ni sanitarios. En las celdas de castigo del Alto Comedero, dice la otra detenida, “hace frío, las paredes están húmedas, la cama es de lata, la frazada y el colchón están húmedos –agrega–. Hay una puerta de madera, una ducha, a veces sale sólo agua fría, un inodoro y un bidé (que está roto). Adentro estas sola. La comida te la dan cuando quieren, generalmente fría. Hace mucho frío y no se puede dormir. Hay que limpiar a la hora que ellas (las guardias) dicen. El colchón es finito, la frazada no abriga. La última vez estuve 15 días. Te pegan y te patean para llevarte”.
Milagro Sala mencionó ese sistema en el mes de marzo durante la primera visita de dirigentes mujeres de la Comisión por la Libertad de Milagro. Mara Brawer y María Elena Naddeo se sentaron alrededor de una mesa sobre una parte del terreno del penal, al aire libre, bajo los árboles y frente a un absurdo vallado de lona que colocaron las autoridades penitenciarias para evitar que la dirigente de la organización Tupac Amaru pudiera conectarse al menos a la distancia con quienes se acercan a apoyarla con sus cantos desde la calle.
En esa ocasión, Milagro les habló de una de las razones por las que una “compañera” había sido llevada a la celda de castigo. “El Chancho, le dicen”, dijo ella. “La pusieron de prepo, al otro día nos enteramos que la cosa fue que cuando estábamos jugando al fútbol se le fue la pelota; la tiró a un metro y medio y una celadora dijo que le había pegado. Cuando nos enteramos, casi tomamos el penal. Ya veníamos amontonando.”
A mediados de junio, Milagro dio una entrevista a la periodista Cynthia García en la que volvió a hablar del Chancho. “En este momento hay tres compañeras que están en el Chancho únicamente porque se han boqueado por las diferencias entre ellas, y desde la semana pasada que están. ¡Y vos no te imaginás el frío que hace! Es impresionante el frío. La cama es una plancha de hierro donde ponen el colchón, y ahí transpiran muchísimo y se moja el colchón. Y aparte porque hace frío, entonces están humedecidas”. En otro tramo, Milagro Sala explicó que el “colchón” es como el “colchón que entregan a los inundados”, de esos “colchones finitos”, por eso dejan pasar la “humedad”.
El existencia del Chancho fue denunciado por los abogados de Sala como parte de las condiciones inhumanas de detención en el penal en un habeas corpus presentado ante la Justicia. Entre otros temas, explicaron que las presas habían quedado sin agua caliente en un edificio en el que tampoco hay calefacción y donde la situación se agrava por los techos de chapa y la infraestructura en ruinas. Para entonces, la presentación también explicó que durante los meses del comienzo del frío el servicio penitenciario empezó a prohibir el ingreso de abrigos y mantas para algunas detenidas. Una situación que también fue denunciada por los organismos de derechos humanos de la provincia. El domingo 5 de junio, Inés Peña visitó a Milagro Sala en la cárcel. Inés es una de las mujeres de pañuelos blancos de Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos. “Yo vi las condiciones en las que está detenida: dramáticas, dramáticas”, dijo a la salida. “Vimos a Milagro, pero también estuvimos con la mayoría de las presas que están en las mismas condiciones, y aquí todo esto se agrava por las condiciones de inhumanidad: no tienen agua caliente, no tienen calefacción y tampoco dejan que los familiares les lleven algo de abrigo. Estuvimos con una presa que se intentó suicidar y cuando le dieron el alta, la mandaron un mes castigada a ese sitio. La situación es realmente tremenda.”
El lunes que siguió a la difusión de la denuncia, el gobierno de Gerardo Morales llegó a la cárcel con un termotanque. El artefacto quedó conectado al día siguiente. Ese martes a la tarde, las fotografías que sacó el gobierno de las celdas fueron difundidas por la televisión porteña con un zócalo que presentaba la celda “vip” de Milagro Sala.
En su presentación ante la Justicia, los abogados pidieron la revisión del sistema, de la calefacción, reglas de entrada, el abrigo y también la eliminación de las celdas de castigo. En el contexto de violencia sobre las mujeres y cerca de la marcha del “Ni una menos”, explicaron que “el Estado también es susceptible de generar hechos de violencia hacia las mujeres cuando incumple compromisos que salvaguardan los derechos humanos”. El juez Pablo Pullen Llermanos reconoció la falta de calefacción en un dictamen en el que rechazó el habeas corpus. Allí señaló que era inadecuada la complejización de los trámites para autorizar el ingreso de ropa de cama y de abrigo y ordenó al servicio penitenciario readecuarla.
Luego de esto, el juez abordó el asunto de las celdas de castigo. Explicó que están habilitadas dado que forman parte de las normativas a través del Reglamento de Disciplina que surge de un decreto de 1997. Para elaborar su dictamen recabó datos de los informes de la dirección del penal, que obviamente nada dicen de las denuncias de las detenidas.
“Pero el problema, además, no es sólo si este sistema de castigo está reglado”, dice la abogada Elizabeth Gómez Alcorta sobre este punto. “Evidentemente lo que no hizo el servicio penitenciario al responder el pedido de juez y lo que no hizo la Justicia es evaluar si esto que está previsto en el código interno cumple con la normativa internacional que prevé estándares vinculados a lo que debe ser una detención digna y si se cumple con derechos básicos de los reclusos. Eso es grave. Milagro no pasó por una celda de castigo, pero es un tema importante y grave porque afecta a las otras mujeres.”
María Molina es otra de las detenidas de la Tupac en una embestida sobre la organización que tendió un manto de sospecha sobre los militantes populares. Ella está detenida en la comisaría de la mujer y comenzó una huelga de hambre por las mismas condiciones de indignidad. Lleva más de dos meses en la comisaría y el juez Pullén Llermanos se niega a darle el traslado al penal. María tiene una hernia de disco. En la comisaría no hay agua caliente. Cuando llueve el agua entra adentro de la celda. A ella la obligan a dormir en el piso. Sobre un colchón, afortunadamente, que se llevó ella.
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