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Becarios ninguneados
Por Aníbal Ford *
En la Universidad de Buenos Aires se acaban de dar las becas estímulo. En su categoría, a los estudiantes de Ciencias de la Comunicación no les tocó ninguna. Este hecho me parece sumamente significativo. En primer lugar porque esto no es un problema de calidad: me consta que en la carrera de Ciencias de la Comunicación hay alumnos brillantes. En segundo lugar, porque esto habla del poco conocimiento que hay en la universidad en general y en particular en la Facultad de Ciencias Sociales del valor que tienen las Ciencias de la Comunicación –en el caso de que se las entienda–, y habla también de lo mal que se las defiende, tarea que va desde el decano y la Secretaría de Investigación a la Dirección de la Carrera. Esto es más grave si se consideran no sólo los objetivos de estudio de esta carrera y su rol crítico en la comprensión de la sociedad contemporánea, sino su propia ubicación o mejor dicho desubicación (y definición) en las tablas del Conicet o de la Coneau.
Y aquí quiero volver al principio porque me preocupa particularmente el ninguneo de los estudiantes de Comunicación, tanto como masa crítica (hay casi 700 mil en América latina) como por el desdén de su percepción –dada su edad– de las transformaciones que estamos viviendo en relación con estos saberes sobre comunicación, cultura e información que, aunque antiguos, están en plena construcción.
Y digo esto porque hay temas cuyo análisis no puede ser reemplazado ni por la psicología, ni por la antropología, ni por la sociología, ni por la economía. Pienso que si no se toma en cuenta esto, con los debidos filtros que requiere toda relación inter o transdisciplinaria (que no son lo mismo) no es posible explicarnos un conjunto de problemas críticos que nos plantea la sociedad contemporánea. Y doy algunos ejemplos: la hiperinformación (el data smog o la information anxiety de algunas investigaciones) y sus relaciones con la hipoinformación o con las enormes brechas infocomunicacionales a nivel internacional; la convergencia, las prácticas derivadas de la sinergia y el avance de los productos culturales de la “cultura única”, “marketing étnico” incluido; la reconversión y formalización digital de las socioculturas y su inserción en las nuevas formas de control social o de construcción de lo social; los cambios en las relaciones entre lo fáctico y lo simbólico en el marco no sólo del crecimiento asimétrico de la masa simbólica y de sus flujos sino de los dispositivos de simulación, representación y reproducción virtual –que, acoto, estuvieron muy en juego durante la invasión a Irak–; la relación entre la crisis de la noticia, los proyectos de “información organizada” a lo MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts) y los avances del “infodesign” en un mundo donde todavía hay un 30 por ciento sin luz eléctrica y una masa mayor aún sin acceso a la alfabetización. Y, en fin, el hecho de que las industrias de lo simbólico ocupen el centro del producto bruto de los países centrales. Ante esto y tantos temas, el ninguneo de los estudiantes de Comunicación, que no es el único, ¿no resulta realmente jodido?
* Escritor, profesor consulto e investigador del Instituto Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales (UBA).