Viernes, 21 de diciembre de 2007 | Hoy
UNIVERSIDAD › OPINION
Por Judith Naidorf, Pablo Pazos,
Gerardo Halpern*
Al compás de la más salvaje implementación de políticas neoliberales de la región durante la década del ’90, una franja de dirigentes estudiantiles pertenecientes a la Unión Cívica Radical manejaba a su antojo la Universidad de Buenos Aires. Si bien aquellos jóvenes se oponían discursivamente a las iniciativas menemistas para la educación universitaria, como por ejemplo los intentos de arancelamiento, en la práctica avalaron, acompañaron y hasta impulsaron políticas de indudable raigambre neoliberal. Entre otras medidas la recaudación de “recursos propios” como forma de solventar lo que el Estado deja de invertir, la designación a granel de docentes ad honorem para hacer frente al crecimiento de la matrícula estudiantil sin el correspondiente crecimiento presupuestario, la estructuración de un sistema de posgrados arancelados, la celebración de convenios con empresas privadas administrados de manera opaca a través de fundaciones. De esta forma propiciaron la construcción de un tipo de universidad más atenta al dios mercado que a las necesidades de la sociedad que la financia y la fundamenta.
A pesar del descrédito del radicalismo en su conjunto, por el desgobierno de De la Rúa y por indefendibles dieciséis años de su rector Shuberoff al frente de la UBA, siguen teniendo predicamento y poder. Sólo el vacío de poder generado en torno de la gestión de Jaim Etcheverry les permitió volver con todos los bríos y, como si nada hubiese sucedido, a proponer nada más y nada menos que a Atilio Alterini para conducir los destinos de nuestra universidad. Lo demás es historia reciente y está en curso...
Quienes conformamos Confluencia (graduados de Filosofía y Letras, Exactas, Sociales, Arquitectura, Farmacia y Económicas) defendemos un modelo de universidad pública, estatal, gratuita, laica, abierta a la sociedad, autónoma, cogobernada y generadora de conocimiento. Que no sea meramente un centro de formación de profesionales ni una institución reproductora de conocimientos generados externamente. Donde la Extensión contribuya a la reinserción en el tejido social y no a la prestación de servicios con fines meramente recaudatorios. Sin trabajo ad honorem. Con posgrados gratuitos para los egresados de la UBA que se desempeñan en docencia e investigación. Que jerarquice la categoría de docente auxiliar respecto del acceso a la investigación.
La reforma del Estatuto no admite más dilaciones por parte de los beneficiarios del statu quo: la Universidad ya lleva más de seis años sin honrar el compromiso público de revisar su carta orgánica para adaptarla a las nuevas condiciones sociales, históricas y políticas. Pero los mismos que escamotean el debate estatutario son quienes se sientan sobre los padrones de graduados impidiendo que los nuevos egresados se incorporen masivamente al ejercicio de sus derechos como miembros de la comunidad universitaria. Nosotros exigimos que todo aquel que recibe un título de grado de la UBA debe gozar de la plenitud de sus derechos, sin mediaciones burocráticas ni maniobras interesadas como en la FADU.
Confluimos no sólo para llevar estas posiciones al Consejo Superior, queremos un cambio de ciento ochenta grados en la UBA. De allí que nuestro compromiso excede largamente esta instancia electoral; queremos construir un nuevo tipo de universidad pública, mucho más pendiente de las necesidades de la sociedad que la de unos pocos que la utilizan para su provecho personal.
* De la lista Confluencia (Claustro de Graduados - UBA).
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