Viernes, 21 de diciembre de 2007 | Hoy
SOCIEDAD › MANTUVO UN AYUNO DURANTE VEINTITRES DIAS CONTRA UN PROYECTO OFICIAL
Por Daniel Howden *
Desde Río de Janeiro
El obispo Luiz Flavio Cappio decidió levantar el ayuno que cumplía desde hace más de tres semanas, pero dijo que no renuncia a la lucha. El obispo cumplía una huelga de hambre para oponerse a un plan de 3600 millones de dólares para desviar uno de los ríos más grandes de Brasil. Cappio sostiene que la obra sería una catástrofe ecológica para el río San Francisco. El miércoles perdió el conocimiento al conocer la decisión de la Corte Suprema que permitía la reanudación de las obras del mayor proyecto de infraestructura de Brasil. Ayer, los médicos le aconsejaron que desistiera de la protesta.
El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, es un fuerte partidario de los planes para canalizar el cuarto río más grande del mundo, afirmando que llevará agua potable a millones de personas del árido noreste del país. Sin embargo, los grupos ecologistas dicen que el plan beneficiará a los intereses de los grandes negocios y será una sentencia de muerte para el río, amenazando lo que queda de su biodiversidad. El obispo atrajo a un creciente número de partidarios a una represa en el estado de Bahía donde ha estado ayunando y orando. Desafió a su propio consejo de obispos al hacer la huelga de hambre y se convirtió en una molestia internacional para el presidente Lula, que se ha negado a detener el proyecto y apeló al Vaticano para que persuada el obispo a abandonar su protesta.
El prelado perdió nueve kilos desde que comenzó a rechazar la comida el 27 de noviembre y sufrió una complicación renal. Sólo consumía agua de río filtrada con azúcar. El presidente Lula ha decepcionado a los ecologistas durante sus dos períodos de gobierno, marginando a su respetado ministro de Medio Ambiente, Marina da Silva, y acordando una sarta de obras públicas ecológicamente desastrosas, incluyendo la construcción de represas sobre los ríos Amazonas y San Francisco. El proyecto de irrigación tiene por objeto bombear agua del ya agotado San Francisco y llevar a través de 640 kilómetros de canales, el líquido a los empobrecidos y secos estados del noreste.
Los opositores sostienen que hay medidas más baratas y más efectivas para el gobierno, si es verdad que el objetivo es beneficiar a los pobres. La Agencia Nacional de Aguas de Brasil propuso una forma alternativa que sería construir cisternas y canales más pequeños para llevar agua a los 44 millones de personas más pobres de Brasil a un tercio del costo del proyecto actual. Los grupos verdes que han estudiado las propuestas del gobierno señalan que el 70 por ciento del agua sería drenada por la industria del camarón y las plantas de acero absorberían gran parte del resto, dejando sólo el cuatro por ciento para el consumo humano.
El obispo Cappio obligó al gobierno a archivar el plan hace dos años después de una larga huelga de hambre. Sin embargo, la consulta pública prometida no tuvo lugar. El miércoles, la Corte Suprema anuló el fallo anterior de detener los trabajos porque no se había llevado a cabo correctamente un estudio sobre el impacto ecológico. El trabajo preliminar ya comenzó después que el gobierno desplegó el ejército.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
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