Martes, 14 de noviembre de 2006 | Hoy
UNIVERSIDAD › OPINION
Por Lucas Rubinich y Marcelo Langieri *
Para comprender la propuesta de los decanos frente a la crisis de la UBA es necesario hacer una recapitulación. Nuestra universidad atraviesa la crisis más grave de su historia y está inmersa en un proceso de decadencia que está llegando al límite de tolerancia. Prueba de ello ha sido la imposibilidad de elegir a sus autoridades soslayando la crisis. Ello quedó demostrado como imposible y sería un error no entender que el actual acuerdo de consenso propuesto por los decanos es un resultado directo, aunque no deseado por todos, de un proceso de transformación que tuvo inicio en las acciones del movimiento estudiantil que se plantó frente a una situación insostenible. Situación que detonó con la propuesta de elección de un rector que portaba el símbolo de una relación con la dictadura, ligado a sectores que habían contribuido en forma importante a la decadencia de la UBA y que enarbolaba un programa similar a aquellos que habían generado esa situación.
En la UBA fracasó el intento restaurador de una vieja hegemonía, cuyas prácticas fueron trazando las líneas de la actual decadencia. Este fracaso es a la vez una conquista que múltiples miradas preocupadas por el mejoramiento de la universidad pública deberían defender y profundizar.
Lamentablemente, existe una incomprensión de la situación por parte de uno de los sectores más dinámicos. Sectores del movimiento estudiantil se encuentran con límites para percibir, por un lado, el desarrollo productivo de la situación, y por el otro, el agotamiento de su política, esencialmente defensiva, que se desinfló debido a la dificultad para acumular fuerzas. La falta de realismo y el sectarismo los llevaron a ignorar las relaciones de fuerzas existentes, desconociendo la necesidad de tejer alianzas con otros sectores dinámicos existentes, expresados principalmente en los “4 decanos”, pero que tuvieron otras expresiones que con su accionar pusieron en crisis la política continuista y crearon las condiciones para construir una alternativa.
La posición de intransigencia de la dirigencia estudiantil obturó la posibilidad de alianza de los sectores más dinámicos y contribuyó al empantanamiento de la situación. Así, se agudizó la crisis y se llevó a la UBA a la actual encrucijada. El acuerdo alcanzado por los decanos desde una ética de la responsabilidad es un desafío complejo que conlleva innegables riesgos, pero que aparece como una salida viable a la crisis. A pesar de que a su sostenimiento contribuya una heterogeneidad de actores –también aquellos de miradas tradicionales–, éstos están resignificados por la existencia de un programa de transición que recoge los fundamentos del movimiento reformador existente.
Es necesario reconstruir el diálogo con los estudiantes para canalizar su participación, ya que nadie puede ignorar que la instalación de la agenda de transformaciones democráticas existente en la UBA los ha tenido como impulsores fundamentales. Somos conscientes de que no existen garantías de la profundización del proceso. La única certeza, que crece en toda la comunidad, es la necesidad de afrontar con imaginación y responsabilidad la tarea de reconstrucción de la UBA. Cualquier otra pretensión va a chocar con un paredón infranqueable, la realidad: el presupuesto insuficiente, los ad honorem, salarios bajos, el tradicionalismo de claustro, la ciudadanía recortada, la legislación regresiva; en síntesis: la ausencia de un proyecto de universidad de acuerdo con las necesidades de la Nación y del Pueblo.
* Director y secretario académico, respectivamente, de la carrera de Sociología (UBA).
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