Martes, 14 de noviembre de 2006 | Hoy
Este viernes, la Legislatura hará un homenaje a Gustavo Rearte, jefe de la Resistencia Peronista, de la toma del frigorífico Lisandro de la Torre y fundador de la JotaPé.
Por Luis Bruschtein
Gustavo Rearte fue uno de los fundadores de la primera JotaPé en la Resistencia Peronista, junto con John William Cooke estableció los puentes del peronismo con la Revolución Cubana, con Fidel y el Che, participó en la toma del frigorífico Lisandro de la Torre y escribió el documento de Huerta Grande que marcó un hito en la historia del movimiento obrero. El viernes 17 la Legislatura de la ciudad de Buenos Aires hará un homenaje a este protagonista activo de las luchas populares. “Yo nací con un padre militante –afirma su hija Eva– y siempre me explicó que luchaba contra las injusticias y por los derechos de la gente, era un tipo muy estudioso, muy pensante, muy reflexivo.”
Rearte empezó como obrero en la fábrica SIAM, después en Jabón Federal y llegó a ser secretario general del Sindicato de Jaboneros y Perfumeros. Después del ‘55 participó en los primeros grupos de peronistas que se manifestaban contra el gobierno militar y organizó la primera JotaPé, junto a sus hermanos Alberto y Miguel, Felipe Vallese, Héctor Spina, Carlos Caride, Jorge Rulli y Cacho El Kadri, entre otros.
“Papá estaba en Plaza de Mayo con mi madre cuando fueron los bombardeos –cuenta Eva Rearte–, siempre nos contaba que se habían tenido que refugiar de las bombas bajo la recova. Ese fue un punto de inflexión para las decisiones que tomaría después en su vida.”
La Revolución Cubana, Fidel y el Che también impactaron en su pensamiento. Junto con Cooke fueron el puente entre Perón y Fidel. Rearte incluso fue el enlace para preparar dos viajes de Perón a Cuba, que finalmente no se realizaron. “El viejo estuvo con el Che cuando pasó hacia Bolivia. Discutió para convencerlo que no estaban dadas las condiciones, que el PC lo iba a traicionar y que lo iban a matar”, señala Eva.
Al mismo tiempo, Rearte mantenía un vínculo muy fuerte con Perón, quien le había pedido que formara una organización político-militar para su regreso. Rearte fundó el Movimiento Revolucionario Peronista y envió a numerosos cuadros a entrenarse a Cuba. El contacto entre Rearte y Perón era fluido, a veces por visitas de Rearte y a veces por carta.
“Perón lo trató muchas veces como a un hijo –afirma Eva–, yo creo que vio en él una veta pese a que muchas veces no estaba de acuerdo y le discutía. Perón le ofreció sentarse en la mesa del PJ, ser su enviado, le ofreció viajar en el avión de su retorno. Pero mi viejo le decía que él no veía ningún revolucionario donde le ofrecía que estuviera y que no se sentaba con cualquiera. Era peronista y amaba a Perón, pero se había formado en otro momento, tenía otra formación.”
“Es la contradicción que se vive con alguien a quien se admira, pero se crece distinto –continúa–, yo soy ahijada de Perón. Me bautizaron a los siete años con los Contursi como representantes de Perón. Se escribían, Perón lo recibía. Mi papá le llevaba sus análisis sobre la situación en el país. Hasta que llegó un momento en que no lo recibió. No vivió ese corte con bronca, sino más bien con tristeza. Fue muy doloroso para él.”
Rearte estuvo entre la dirigencia combativa que organizó la toma del frigorífico Lisandro de la Torre para evitar su privatización. Tras la represión fue preso y en el peronismo combativo fue creciendo la idea de que solamente quedaba la lucha armada como opción, así comienzan las experiencias guerrilleras de Uturunco y luego Taco Ralo en Tucumán.
“Muchos de los que se preparaban para esas experiencias eran compañeros suyos –recuerda–, discutió con ellos, les dijo que los iban a aniquilar y la discusión vuelve a repetirse unos años más tarde con Taco Ralo. También creía en la lucha armada, pero pensaba que la lucha principal era política, porque la lucha armada tenía que ser apoyada por la gente.”
Esas discusiones eran duras incluso entre compañeros. Eva cuenta que cuando le pusieron el nombre de su padre a una calle, Cacho El Kadri se le acercó para pedirle disculpas porque en medio de aquellas discusiones lo había calificado de traidor. La posición de Rearte con las últimas organizaciones armadas del peronismo, FAP y Montoneros, también fue la misma. Creía que no estaban dadas las condiciones y que un proceso de ese tipo terminaría en una masacre.
“Papá había estado en la Plaza durante los bombardeos, entre los fusilados de aquellos años tenía conocidos, todo eso lo llevó a pensar que la única opción era la lucha armada, pero al mismo tiempo llegó a la conclusión de que la capacidad de odio y de saña de los militares podía desembocar en una masacre tal como pasó después.”
Pero en esa vida agitada, en la militancia popular, en la clandestinidad y en la cárcel, Eva Rearte recuerda también a la persona que era su padre. “Siempre nos explicó todo lo que hacía y por qué y además nos hacía partícipes, a su manera, un poco como era la lucha de esos primeros años de la Resistencia, en plena prohibición del peronismo y sus símbolos. Me acuerdo cuando yo era chiquita, él me decía ‘Eva salí corriendo’ y cuando yo me alejaba, empezaba a gritar a todo pulmón ‘¡Evita! ¡Evita!’. La gente se horrorizaba y él lo gozaba porque estaba llamando a su hija.” Otra vez en pleno San Justo, iban en un colectivo. Rearte le pedía a Eva que cantara la Marcha Peronista y cuando se armaba el revuelo, la sacaba por la ventanilla porque afuera ya había otro compañero para recibirla.
“Papá había escrito el programa revolucionario de Huerta Grande, era obrero, no había terminado el secundario. A fines de los ’70, cuando empecé el colegio, se puso a estudiar conmigo. Hizo el secundario libre y hacíamos juntos los trabajos prácticos. Con sus manazas tenía que bordar unas batitas con punto vainilla. Quería recibirse para estudiar abogacía, pero no pudo por la enfermedad.”
Rearte era autodidacta. Los primeros grupos de la resistencia debían afrontar una realidad que no tenía precedentes, tenían que inventar todo, eran los primeros de una historia que luego tomaría formas más sofisticadas. “Era un convencido de la necesidad de concientizar y concientizarse, se pasaba hasta altas horas de la noche leyendo, le gustaba la historia de las revoluciones, discutía mucho sobre la revolución argelina y la cubana, por supuesto.”
Eva recuerda también la cárcel. “La primera imagen que tengo de mi padre es su brazo saliendo por una ventana de la cárcel de Caseros y hablándonos a los gritos.” Y recuerda cuando regresaron a su casa y había un túmulo con una cruz que decía: “Rearte te queda poco tiempo”, a pesar de que su padre intentó taparlo con los brazos para que no lo vieran.
“Ya estaba enfermo en su último viaje a Cuba, en el ’72.” Participó en la campaña presidencial de Héctor Cámpora pese a que no estaba de acuerdo porque pensaba que Perón tenía que ser el candidato. En marzo lo internaron y murió en julio, “tras ver con tristeza la masacre de Ezeiza” puntualiza Eva. “Yo creo que el homenaje que le van a hacer en la Legislatura es también un homenaje a la gente que luchó con él y que entregó todo en forma desinteresada por esa lucha dentro del movimiento peronista. Y también es una forma de recuperación de la memoria porque de alguna manera, los hechos de los años ’70 relegaron las figuras de muchos luchadores populares de los años anteriores. Recordarlos es una forma de hacerles justicia.”
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