Domingo, 21 de diciembre de 2008 | Hoy
DEPORTES › BOCA QUEBRO LA PATERNIDAD Y DEJO CON LAS MANOS VACIAS A SAN LORENZO
Festejaron los boquenses con un cabezazo de Viatri, un golazo de Palacio (¿será el gol del campeonato?) y un zurdazo del pibe Chávez y quedaron a un paso del título. El único gol de San Lorenzo lo hizo Solari. Partido caliente.
Por Juan José Panno
Cuando se escriba la historia de la finalísima del Apertura habrá que darle un lugar de privilegio al pibe Javier García, protagonista del gol de San Lorenzo que pudo darlo vuelta todo y coprotagonista del golazo que les dio medio título a los boquenses.
García, que tiene buenas condiciones y se supone que muchísimo futuro, es medio canchero (el gol de Colón de hace una semana todavía está fresco), pero sabe que lo primero es atajar, que si la pelota le viene a las manos detrás hay que poner el cuerpo por las dudas, primero las manos y después el cuerpo o las piernas. Seguro que lo sabe y acaso porque tiene buenas condiciones técnicas y piensa en una segunda jugada, es decir, a quién darle la pelota después de recogerla, se comió la masita de Solari, un gol grosero, increíble. Si San Lorenzo hubiera metido un segundo tanto, seguramente a esta altura fanáticos boquenses estarían haciendo cola para colgarlo del puente Pueyrredón.
Pero resulta que el segundo gol no lo hizo San Lorenzo sino Boca. Y lo hizo porque Palacio definió fenómeno, un pase magistral de Riquelme que a la vez había sido habilitado en un buen cambio de Dátolo, que antes había bajado con clase un pelotazo de cincuenta metros. Justamente ese pase se lo había dado el arquerito, luego de descolgar un centro. Bajó el centro, salió rápido con la pelota en las manos esquivando rivales y le pegó a lo Abbondanzieri o a lo Gatti. El fue el primer gestor del gol con el que Boca liquidó a San Lorenzo un partido que se le había puesto chivo. Hay que volver atrás: se había complicado inesperadamente con el gol de Solari en un momento en el que Boca parecía tenerlo todo controlado. Ganaba 1 a 0 (cabezazo de Viatri que dio en la espalda de Bianchi Arce y desarmó a Orion) y no pasaba demasiados sobresaltos con la búsqueda de San Lorenzo reiterándose en el pelotazo. Apoyándose en las cabezas de Cáceres y Roncaglia, en dos laterales que subían poco y en la dupla Vargas-Battaglia para cortar los circuitos de creación del rival, Boca lograba desanimar a una adversario que comenzaba a mostrar síntomas de impotencia y cansancio. Pero se sabe cómo pueden cambiar los ánimos con una circunstancia como la de un gol regalado. Con el 1 a 1, San Lorenzo se agrandó, Aureliano Torres y González se quedaron en tres cuartos de cancha y, en cada pelota que llegaba al área de Boca, empezaba flotar la sensación de que los de Russo podían pensar en otro gol y la vuelta olímpica.
Ischia también pensó que, si bien el empate era buen negocio, el segundo gol no era utópico y con la idea de explotar la velocidad en el contraataque lo mandó a la cancha Rodrigo Palacio. Le salió redondo el cambio, y más todavía el de Cristian Chávez por Vargas, porque el pibe metió el tercer gol, el que terminó con cualquier ilusión de los de Boedo.
El partido fue caliente, durísimo, a cara de perro y los dos metieron el alma en cada jugada. De hecho, las lesiones de Silvera y Forlín fueron producto de la vehemencia con que fue a buscar el delantero de San Lorenzo. Se jugaba con el cuchillo entre los dientes y Baldassi cortaba todo, sacó muchas amarillas, escondió otras y no siempre acertó. No amonestó a Battaglia (había agarrado de un brazo a Barrientos) y fue demasiado riguroso con la amarilla a Riquelme que lo deja afuera del tercer partido. Como sea, los errores del árbitro no fueron determinantes para el resultado del partido. Se jugó tan a cara de perro que cuesta encontrar jugadas técnicamente brillantes. Por el lado de San Lorenzo, algunos toques sutiles de Solari; por el lado de Boca, un caño de Vargas y un par de lujos de Riquelme. El 6 de San Lorenzo asumió la manija que debía tomar Barrientos (borrado en gran parte del partido) y Ledesma (muy discontinuo). El 10 de Boca no jugó ni la mitad de lo que es capaz, pero siempre se anota en alguna jugada decisiva. El pase a Dátolo (de aire, como venía, es una pieza de colección).
Boca ganó bien porque tuvo más resto físico y anímico, porque encontró el gol en el momento justo, porque supo recomponerse ante la adversidad de un gol que fue como un mazazo y porque una vez más lo tuvo a Battaglia como estandarte.
San Lorenzo se había cebado un poco luego del excelente primer tiempo que había jugado contra Tigre y, tal vez por eso, se fue de registro cuando el partido se le iba de las manos. Las expulsiones de Aguirre y Bergessio simbolizan esa impotencia. Con el 1-2 todavía podía aspirar al título. Con el 1-3 ya no. Y no podrá echarle la culpa a nadie.
De cualquier modo los jugadores se llevaron el aplauso y el reconocimiento de la gente, por la dignidad que mostraron. Se lo merecían. Tanto como Boca la victoria.
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