Jueves, 31 de diciembre de 2009 | Hoy
DEPORTES › OPINIóN
Por Diego Bonadeo
Nieto de un tipo que fue a contracorriente de lo pacatamente establecido por quienes, desde los clubes supuestamente tradicionales –Horacio Pichot era de Obras Sanitarias– pretendían un rugby para pocos, e hijo y sobrino de dos tipos entrañables vinculados rugbísticamente al Atlético de San Isidro, Agustín Pichot –nacido para este deporte justamente en el CASI y luego con una brillante carrera en Europa– acaba de ser considerado por el inglés Daily Telegraph como el mejor jugador de la década, que aunque entre signos de interrogación –lo de “el mejor de la década”– no deja de ser un enorme cumplido.
Si bien es cierto que se hizo trascendente como jugador del seleccionado argentino, toda su campaña fue destacadísima. Heredero de una gran generación de medio-scrums como Guillermo Ehrman, John Vibart, Eduardo González del Solar, Luis Gradin, Adolfo Etchegaray, Daniel Baetti, Alfredo Soares Gache y tantos más, Pichot demostró con creces que, también en el rugby, los grandes jugadores como él no solamente se miden por metros ni se pesan por kilos.
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