Miércoles, 13 de enero de 2016 | Hoy
DEPORTES › OPINIóN
Por Diego Bonadeo
Tal es el desorden, que es sin dudas el comúnn denominador de prácticamente todo lo que en los últimos meses vienen entornando a la FIFA, que a horas de la ceremonia que consagraría –y, por cierto que con justicia– una vez más a Lionel Messi como el mejor de todos, no se sabía con certeza quién le entregaría al ganador el Balón de Oro.
Con Blatter y Platini suspendidos, además de una recua de gerontes presos, la entidad está muy cerca de la acefalía.
Pero el fútbol es mucho más que su propio entorno. Es cierto que muchas de las instituciones europeas más caracterizadas están, por lo menos, hipersponsorizadas y, por lo tanto, no necesitan de los vejetes de Zurich para que se juegue. Y así las cosas, se juega como si nada pasara con las dirigencias.
En menor medida, la situación se le parece bastante a lo que sucede en nuestro pais, en el que tras la pantomima del “empate” en 38 todo sigue igual que antes, tal como le hubiera gustado a Julio Grondona. No se sabe exactamente qué sucederá institucionalmente, una vez que se “normalice” la AFA (si es que se “normaliza”), pero los calendarios prevén que se siga jugando como casi siempre. Probablemente tan mal como casi siempre.
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