Domingo, 25 de junio de 2006 | Hoy
DEPORTES › PLASMATITIS
Por Eduardo Fabregat
Aun tratándose de un recurso proveniente de la más pura irracionalidad, la cábala es (o parece) parte fundamental del fútbol. Hay quienes se cagan en ella como se cagan en una religión, una fidelidad partidaria o un amor perdido. Pero una buena estadística dejaría la sorpresa de cuántas personas racionales, cuántas que saben de fútbol, se dejan llevar por los gestos ridículos para tentar a la diosa Fortuna. En un mundial, la cábala se potencia: hay mucho en juego, el presente y el largo futuro de cuatro años hasta la próxima vez. Y entonces la cábala pierde algo del aura ridícula y pocos se atreven a desdeñar su influencia ante un corner en contra. Si se tiene en cuenta que algunas cábalas tienen directa relación con la manera en que uno sigue el partido, la prolífica televisación de este mundial ofrece al porteño un peligroso campo de opciones. Cuatro canales de aire, el cable, las radios, hasta Internet, generan un tironeo difícil de resolver, una duda cartesiana de quién es más mufercho o quién puede torcer los designios celestiales. Para quien esto escribe, el triunfo de Argentina sobre México no sólo significa que el viernes habrá un nuevo contagio de plasmatitis: también fijó hasta el final de lo que le toque a la Selección una sintonía clavada. Por obra del azar, el comienzo del encuentro encontró al televisor en Telefé: bastó que el maldito Rafa Márquez se burlara de Heinze por primera vez para que Niembra, Class y compañía fueran enviados al demonio y la acción se trasladara a DirecTV, Varsky y Giralt. Alcanzó para empatar, pero se ve que el satélite dispersa demasiado las influencias: perdido por perdido, hubo un segundo click en el remoto para el alargue, un a ver qué pasa, una jugada desesperada para no exponerse al parto de los penales. El resultado es conocido. Y de acá hasta donde sea –ojalá el 9 de julio–, habrá que resignarse al martilleo de la teoría Macaya (titulada Nunca un equipo ataca bien, el otro se defiende mal) y los ensayos filosóficos del Dr. Bilardo. Todo sea por otro cañonazo del Maxi.
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