Jueves, 9 de noviembre de 2006 | Hoy
DEPORTES › OPINION
Por Cecilia Reiter *
La euforia por haber logrado el campeonato del mundo de pádel en Murcia desapareció. En lugar de pasearme de cancha en cancha con la ropa de la Selección me toca volver a mis estudios de periodismo en Deportea. Sin embargo, las imágenes de esa semana inolvidable vuelven a mí una y otra vez. Y es que las españolas estaban creídas de que nos ganaban. En parte era lógico, jugaban de locales y tenían en su equipo a dos de las mejores jugadoras del mundo: Carolina Navarro e Iciar Montes. Pero nosotras, como buenas argentinas, nunca dejamos de tener esperanza. Ellas tenían dos estrellas, era cierto, pero nosotras éramos un equipo y sabíamos que eso podía pesar más que dos buenas individualidades. Desde el día de la inauguración les hicimos saber que no íbamos a entregar fácilmente el título que habíamos logrado dos años atrás en el Hindú Club de Don Torcuato.
Después de vencer a Chile, Italia y México, y a Brasil en la semifinal, llegó el gran día. Sentí mucha ansiedad, especialmente al escuchar sonar nuestro Himno. Pero no había tiempo para nervios, porque teníamos que salir a ganar para traernos lo que habíamos ido a buscar. Paula Eyheraguibel y Daniela Banchero nos dieron el primer punto. Todas sabíamos que esa ventaja podía ser decisiva, porque el tercer partido era ganable. En el segundo choque, Valeria Pavón y Catalina Tenorio cayeron ante las dos figuras españolas después de un gran partido. Las acciones estaban igualadas en uno. Había que definir. Entonces fue mi turno de salir a jugar junto a Silvana Campus el último punto de la final.
Empezamos como si fuese boxeo, midiéndonos y sin arriesgar mucho, hasta que los nervios del comienzo fueron desapareciendo y pudimos desplegar el juego que nos pedían desde el banco. Con nuestra presión llegó la victoria y el festejo enloquecido. Habíamos ganado otro mundial para Argentina, de visitantes y contra todos los pronósticos.
La sensación de ver nuestra bandera en lo más alto fue indescriptible, un momento mágico y sublime que nos tocó vivir gracias al pádel. Porque el esfuerzo y el sacrificio que hacemos cada día miles de deportistas cobra sentido el día en que te ponés la camiseta argentina. Y es ese sentimiento con el que jugamos el que nos distingue del resto del mundo. La copa estará en casa hasta el 2008, cuando viajemos a Canadá para intentar retenerla otra vez.
* Integrante de la Selección Argentina de Pádel campeona del mundo.
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