Amadeo Carrizo, arquero de River de todos los tiempos, no sólo elogió ayer a su tocayo Juan Pablo Carrizo por su pase a la Lazio de Italia en 10 millones de dólares sino que, también, le dejó un mensaje risueño: “Nene, cuidame el apellido”. “Hace menos de un año, cuando nos juntaron para una nota periodística, le advertí que debía mejorar en las salidas cortando los centros. Cosa que hizo, y más tarde alcancé a decirle: ‘Juancito, tenés un gran futuro, cuidame el apellido’”, confesó el ex futbolista, nacido en Rufino hace 81 años.

Los dos se apellidan Carrizo, ambos arqueros de River, no los une ningún parentesco –salvo el lugar en la cancha–, pero están en la historia: Amadeo como símbolo luego de sus 20 años “adelantado” arquero-jugador con 545 partidos, y Juan Pablo, de 23 años, con cifra record en su transferencia para un jugador de ese puesto.

“¿Qué tal Carrizito?”, preguntó el icono riverplatense de las décadas del ’50 y ’60, admirado por su estilo y gran pinta. “El pibe se lo merece”, agregó Amadeo. “Y es muy humilde”, continuó el ex arquero internacional.

Juan Pablo Carrizo, nacido en Villa Constitución, debutó en el verano 2006 contra Oriente Petrolero. Jugó 50 partidos oficiales y se quedó con el arco “más grande”, según la definición de Carrizo, el “grande”. La flamante contratación del club romano se retira invicto contra Boca –su partido consagratorio fue en la Bombonera en abril de este año– y es una firme esperanza para el seleccionado nacional, de la que Amadeo se retiró ganador en 1964, con 38 años, en la Copa de las Naciones, en San Pablo.

“En octubre pasado, cuando estuvimos juntos un buen rato, alcanzó a decirme: ‘¿Sabe las cosas que tendré que pasar, Amadeo, para tener una carrera como la suya?’ Por eso lo quiero tanto”, concluyó el maestro del arco riverplatense.