Domingo, 23 de diciembre de 2007 | Hoy
DEPORTES › LOS TECNICOS SE CONVIRTIERON EN LOS PROTAGONISTAS DEL TORNEO
Con la confirmación de Carlos Ischia como nuevo conductor de Boca, se llenó el último lugar disponible entre los equipos de Primera. Los cambios del otro lado de la raya.
Por Gustavo Veiga
Los pases más importantes dejaron de hacerse en pantalones cortos. Ahora, los personajes que marcan territorio en los títulos de los diarios y son más requeridos que los propios futbolistas no juegan. Tienen la pelada reluciente, ya están viejos para ponerse los botines, pisan o superan la frontera de los 50 y despiertan la misma expectativa que los curas sanadores ante sus feligreses. Poco les importa si les pasa aquello que cantaba Molotov, la banda de rock mexicana: “Tienen el poder y lo van a perder”. Un 30 por ciento de los entrenadores de Primera División son nuevos y todavía no se hicieron cargo de sus respectivos planteles. Cuando empiece el torneo Clausura 2007-2008, quizá debamos ocuparnos de ellos otra vez, si pierden un puñado de partidos. Personajes endiosados y repudiados por igual, los DT son la comidilla de este verano que recién comienza.
La confirmación de Carlos Ischia como nuevo técnico de Boca completó el último casillero vacío sobre el tablero. El mismo viernes en que el otro Carlos, Bianchi, fogoneaba con decisión la contratación de su amigo y ex colaborador, tres colegas muy nuevos eran presentados en sus respectivos equipos: Roberto Sensini en Estudiantes de La Plata, Guillermo Sanguinetti en Gimnasia y Claudio Ubeda en Huracán. El primero es el único que tiene cierta experiencia (dirigió al Udinese en Italia), el uruguayo, ídolo y capitán histórico en los ’90, hará su debut y el zaguero central pasará sin escalas de jugar en la línea de tres a sentarse en el banco.
Los seis técnicos que estrenarán equipo se completan con Diego Simeone en River y Hugo Tocalli en Vélez. No muy alejados de esa condición de debutantes se encuentran Miguel Angel Micó, quien dirigió un solo partido a Racing en el torneo anterior; Leonardo Madelón llegó a Central para enderezarle el rumbo en las últimas dos fechas y Carlos Ramaciotti se hizo cargo de Gimnasia y Esgrima Jujuy en el último tramo del Apertura.
Ramón Díaz resultó la vedette con más plumas entre todos ellos. Finalmente, permaneció en San Lorenzo, se hizo desear con River y le rechazó una tentadora propuesta. El otro Ramón, Cabrero, sacó campeón a Lanús por primera vez en su historia y lidera la nómina de los que seguirán en su puesto. Gustavo Alfaro (Arsenal), campeón de la Copa Sudamericana, Diego Cagna (Tigre), subcampeón del Apertura, Juan Manuel Llop (Banfield), tercero de arremetida y Néstor Gorosito (Argentinos), terminaron 2007 de manera excelente o bastante bien. Tampoco pueden quejarse Ricardo Caruso Lombardi (Newell’s) y Roberto Saporiti (Olimpo), quienes dirigen a dos equipos que sufren peligro de descenso y, pese a ello, dejaron una buena imagen.
No puede afirmarse lo mismo del lote que integran Pedro Troglio (Independiente), Leonardo Astrada (Colón) y Fernando Quiroz (San Martín de San Juan). Por distintas razones, no cumplieron sus objetivos. Uno se desbarrancó por una serie negativa sin victorias después de liderar el campeonato durante varias fechas y los otros dos no lograron alimentar el magro promedio de sus equipos con campañas muy flojas. Para ellos, el dato positivo fue que seguirán en sus cargos.
Ser o no ser
Los directores técnicos, desde que el fútbol fue absorbido por cuestiones tácticas y se transformaron en gerentes de esta industria sin techo, adquirieron un protagonismo cada vez más creciente. Se les requieren opiniones como si fueran jefes de Estado y también alcanzaron el status de las grandes figuras. Hoy se habla de los dos Carlos, Ischia y Bianchi, a la par de Juan Román Riquelme o de Diego Simeone tanto o más que de Ariel Ortega.
En la Argentina, se supone que ellos son los que más saben de fútbol. Pero, ¿qué es saber de fútbol? ¿Por qué condiciones profesionales los contratan? No parece una razón decisiva su erudición en la materia, más bien lo contrario. Deben garantizar éxitos inmediatos en primer lugar. Si tienen carisma, prometen orden y subordinación o simplemente fueron ídolos en el club que los convoca, mejor.
Otra explicación sería que hacen falta entrenadores con espaldas suficientes para aguantar los malos momentos. Ahora bien, ¿qué tipo de espaldas debía tener Miguel Angel Russo después de ganar la Copa Libertadores para continuar en funciones? Los dirigentes no tienen idea de lo que hacen. O hacen cualquier cosa. Transforman a un técnico en bombero contra incendios y cuando el fuego acecha, lo tiran adentro.
Muchos no trabajan porque no los llaman. Otros, como Bianchi, no lo hacen por propia voluntad. Se pudo dar el lujo porque cobró hasta el último euro del contrato que le habían rescindido en Atlético Madrid en enero de 2006, hace casi dos años. Marcelo Bielsa, ahora responsable del seleccionado chileno, también estuvo sin dirigir desde mediados de 2004 hasta este año. Había ganado la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Atenas, pero se recluyó en su campo de Santa Fe durante casi tres temporadas.
Los técnicos son la pieza más funcional a un mercado donde todo se volvió efímero, incluido el éxito más resonante. No importan los títulos ganados ayer, si no los que se puedan ganar mañana. Las trayectorias no se respetan. En cuestión de tres o cuatro partidos, un entrenador puede tornarse en material de descarte. Hasta que venga otro, su reemplazante. Siempre habrá uno dispuesto a ocupar esa silla. Para festejar o enfermarse.
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