Domingo, 28 de diciembre de 2008 | Hoy
Por Gustavo Veiga
Los vientos de cambio soplan en el fútbol con energía inusitada, pero a menudo no generan un progreso en los reglamentos de los torneos y en la forma de jugarlos. Al contrario, se crean más campeonatos (en rigor, algunos son apenas un par de finales entre dos equipos), con el consiguiente bastardeo de la competencia. El afán de generar ingresos a lo que dé lugar y la búsqueda de adaptación continua a las necesidades de su socio principal en el negocio (la televisión) así lo establecen.
La Confederación Sudamericana en la que Julio Grondona ha dejado su impronta es una factoría de torneos. Hace veinte años comenzó con esa política. Entre 1988 y 1993, por ejemplo, inventó cinco nuevas competencias que se agregaron a la tradicional Copa Libertadores: la Supercopa (jugada por los ganadores de aquella y luego interrumpida), la Recopa (para los vencedores de la Libertadores y la Supercopa), la Master (para los que ganaban la Supercopa; ya no existe más), la Conmebol (dejó de disputarse) y la Copa de Oro (la jugaban los ganadores de la Libertadores, Supercopa, Conmebol y Master). También siguieron después las Copas Mercosur, Merconorte y la actual Sudamericana (que reemplazó a ambas en 2002), y que ganó este año Internacional de Porto Alegre. Todo sea por recaudar mucho dinero, lograr audiencia televisiva y saturar la pantalla de fútbol. La Copa de Leche está cada vez más cerca.
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