Domingo, 25 de enero de 2009 | Hoy
DEPORTES › OPINION
Por Diego Bonadeo
Ya no se hace tanto hincapié en la o las causas que provocaron esta extraña situación que se remonta a varios meses y que hizo que Mauricio Caranta casi de arquero emblema de la Primera de Boca se haya convertido en apenas protagonista del peor de los puteríos de albañal sin jugar ni ir al banco.
Pareciera que la consigna es alimentar los dimes y diretes de las bambalinas del fútbol, seguramente porque, tal como se preveía, el fútbol de verano que se está viendo es tan berreta como el que debemos soportar en los últimos años por los torneos de primera división. Y entonces es más simple, más lineal, como ocurre tantas veces con quienes la van de sesudos analistas, quedarse con los efectos, obviando las causas, como aquellos que difunden supuestos índices de indigencia o pobreza, pero no hacen nada al respecto.
No son determinantes, por no ser cuestiones que afecten el “orden público”, conocer a ciencia cierta los detalles del enfrentamiento de Ischia con Caranta –si es que así fue–, ni la interna de la Comisión Directiva de Boca desde la muerte de Pedro Pompilio, como sí hubiera sido higiénico, por ejemplo, que la población se enterara de qué es lo que “vio” Carlos Reutemann cuando desistió de ser candidato a presidente por el PJ en 2003, lo que sí era de “orden público”.
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