Domingo, 25 de enero de 2009 | Hoy
SOCIEDAD › LA INSOLITA HISTORIA DEL EDIFICIO DONDE MURIERON QUEMADOS LOS SEIS HERMANITOS EN LA BOCA
En torno del ahora derruido edificio de Suárez y Almirante Brown figuran nombres como Franco Macri, Guillermo Gotelli y Gaith Pharaon. O Zulema Yoma y Rodolfo Galimberti. Ahora es propiedad de una empresa llamada Doscientos Choclos. Aquí, la historia.
Por Gustavo Veiga
Los seis hermanitos que murieron en el incendio de la sucursal del Banco de Italia y Río de la Plata en La Boca sumaban entre todos 45 años, menos de la mitad que los 115 en que se mantuvo abierta esa entidad financiera en la Argentina, quebraba después de tener como dueños, entre otros, a Franco Macri, Guillermo Gotelli y Gaith Pharaon en su última etapa. En sus instalaciones ahora chamuscadas, Zulema Yoma proyectaba abrir la primera sede de una fuerza política que nunca se materializó. Y Rodolfo Galimberti habría estado vinculado con la administración del edificio. Cierta vez tuvo en su gran portón cerrado con candado un cartel con la inscripción “se vende” y un número de teléfono. Pero ahora, lo que queda de esa tradicional esquina ubicada en Suárez y Almirante Brown es propiedad de la sociedad anónima Doscientos Choclos (extraño nombre si los hay) que intimó un de-salojo que no hará falta concretar. Como fuere, la historia de ese inmueble olvidado es la historia del desamparo social, la desidia de los funcionarios y los negociados de punteros sin escrúpulos.
La Ley 2240 o de Emergencia Urbanística y Ambiental de La Boca sancionada por la Legislatura Porteña en 2006 jamás tuvo efectos prácticos. Su unidad ejecutora no fue conformada por el gobierno de Mauricio Macri. La tragedia de los menores ocurrida en la madrugada del domingo 11 es la más notoria de las consecuencias. Ni siquiera cuando se decidió arreglar las veredas del barrio las cuadrillas se detuvieron frente a la sucursal usurpada. Parecía que allí no vivía nadie para las autoridades.
Los vecinos más veteranos del barrio recuerdan cómo sus padres les transmitieron el esplendor de otras épocas. En el BIRP, cerrado en 1987 (ésa era la sigla del banco), depositaban sus ahorros los obreros de los astilleros, los almacenes navales, los frigoríficos Anglo y La Negra, y las fábricas Aguila Saint, Noel y Canale. Hasta las décadas del ’40 y el ’50, a La Boca iban a buscar trabajo los habitantes de otros barrios. Hoy son indigentes los que intentan hacer habitables depósitos, galpones o viviendas desocupadas. El banco permaneció así durante muchos años, incluso desde antes de su quiebra.
Donde ahora hay una fuerte consigna policial y una pila de desechos quemados, un abogado de Zulema Yoma le contó a Rubén Granara Insúa, el presidente de la simbólica República de La Boca, que abriría un local partidario. “Lo tenemos prestado”, le explicó el primero al inquieto vecino mientras retiraba algunos elementos de la sucursal en una camioneta. La ex esposa de Carlos Menem pensaba lanzarse a la política. Pero desistió de hacerlo y el banco sólo volvió a ser noticia en el barrio por un precario cartel que indicaba su venta, como pintado a mano, sin señales de pertenecer a una inmobiliaria.
Corría 2001 y el BIRP aparecía citado en varias páginas del informe de la Comisión Especial Investigadora sobre Lavado de Dinero que presidía Elisa Carrió: “Sirvió como una especie de caja negra de los propios grupos económicos que los fundaban y que luego utilizaban sus depósitos a tasas de interés irrisorias para proyectos personales, es decir, utilizándolos para lo que se denomina autopréstamos”.
Los sin techo que primero se atrevieron a meterse en la sucursal del decano de los bancos privados nacionales (fue fundado en 1872) nada sabían de esas operaciones financieras. Gobernaba la ciudad Aníbal Ibarra, una mujer salteña cocinaba para los chicos de las familias que ocupaban el lugar y el profesor Juan Carlos Espinosa, uno de los tantos vecinos solidarios, intentaba alfabetizarlos.
A dos cuadras de la plaza Solís, donde se fundó Boca Juniors en 1905, el BIRP ya no tenía clientes de cuenta corriente o cajas de ahorro, pero sí decenas de pobres que se cobijaban bajo su propio techo. Un militante barrial que vive a una cuadra del banco y que fue testigo del incendio recuerda que los primeros ocupantes eran de la Asamblea Caminito. Y que al edificio se lo asociaba con una empresa que integraba Rodolfo Galimberti, el ex jefe montonero luego devenido en socio de Jorge Born. Los viejos peronistas de La Boca coinciden en esta versión.
La situación empeoró cuando un puntero del PJ desplazó a los primeros habitantes y comenzó a hacer negocios turbios con algunos ornamentos de la sucursal. Sacó las verjas francesas de fundición, los escudos de bronce y las astas de las banderas que había en el interior para transformarlos en dinero. Tras él, las drogas y la prostitución se extendieron por la sucursal como un recurso renovable para recaudar más efectivo.
Hoy circula un comentario diferente entre algunos vecinos: “Las últimas familias que vivían en el banco se sacaron de encima a los más violentos y éstos, en vende-tta, habrían provocado el incendio”. El rumor, que llegó hasta la Defensoría del Pueblo de la ciudad, contrasta con la hipótesis inicial del cortocircuito. “¿Qué importa ahora lo que pasó?”, le respondió con esta pregunta uno de los afectados por el incendio a un hombre que pasaba por Almirante Brown y Suárez con la pretensión de saber algo más.
Cinco días después del desastre, Alberto Alippe, coordinador de Atención Inmediata del gobierno, recibió al Movimiento Vecinal por el Resurgimiento de La Boca, que le entregó un proyecto de mejoras para el barrio en el que participó la Universidad de Morón. Macri ni siquiera en plena campaña electoral había querido reunirse con esa asociación civil sin fines de lucro (que integran decenas de organizaciones sociales como los Bomberos Voluntarios de La Boca y varias iglesias) porque su coordinador es un antiguo opositor suyo en el club que presidió desde 1995 a 2007: el arquitecto Pablo Abbatángelo.
La clase política llegó tarde para atacar las causas del incendio y de muchos otros incendios. Olga Fernández, integrante de una cooperativa de viviendas de La Boca, le dijo a la radio de las Madres de Plaza de Mayo: “Hay un promedio de tres incendios por día en La Boca. Esto se podía haber evitado, pero gestionando, haciendo lo que tienen que hacer: gobernar para la gente, no para las empresas, no querer extender Puerto Madero hasta La Boca y entonces que se quemen todos, como está haciendo Macri”.
Existen emprendimientos inmobiliarios en el barrio que estimulan las sospechas de los que menos tienen. Mientras hay propiedades que se revalorizan porque turistas extranjeros se interesan en ellas, en la zona avanza la ocupación de viviendas (ver aparte) y la formación de una villa precaria desde Almirante Brown hacia el Puente Avellaneda. Por allí debería pasar la traza de la autopista que iba a unir al sur con el norte de la ciudad. Se expropiaron inmuebles, se indemnizó a sus antiguos dueños, pero las obras nunca se iniciaron. Ese sector se ha ido superpoblando en los últimos años.
Doscientos Choclos SA es la propietaria del edificio incendiado y se dedica al alquiler y arrendamiento de inmuebles propios. Se creó el 22 de junio de 1984 y está registrada en la Inspección de Justicia (IGJ) con el número 477.287. Sin embargo, hasta ahora nada pudo saberse de sus dueños ya que esta información no se computarizó en la IGJ porque se trata de una sociedad que tiene 25 años y las compañías más antiguas no se volcaron todavía al sistema.
En 2003, el gobierno porteño le inició un juicio por tener el ABL impago, pero éste no prosiguió porque el Estado nunca impulsó el procedimiento para que la causa avanzara. En un registro privado de datos comerciales, la empresa tiene dos antecedentes negativos. A septiembre de 2004 había sufrido un embargo de la AFIP por 26.627,58 pesos y a febrero de 2007, otro de la provincia de Buenos Aires por 129.318,10. Ahora, según una fuente judicial, está previsto el desalojo de la propiedad de Almirante Brown y Suárez para dentro de un par de meses. Aunque no será necesario, a menos que sus instalaciones vuelvan a ser ocupadas.
Ahí buscaron refugio seis hermanitos que salieron del banco en otras tantas bolsas de plástico hacia la morgue. Para el gobierno porteño, ese episodio ni siquiera motivó una explicación pública. Los habitantes del BIRP, el mismo que llegó a comprar en la Argentina una sucursal del Banco Ambrosiano –vinculado con la logia masónica Propaganda 2–, no sabían dónde se habían metido.
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