Jueves, 24 de diciembre de 2009 | Hoy
DEPORTES › DEL POTRO, EL MEJOR DE LOS MALOS
Juan Martín Del Potro fue una de las sensaciones de la temporada 2009 del tenis, consolidándose como lo que él mismo se definió mucho más en broma que en serio: “Soy el mejor de los malos”. Es decir, el más capaz tras los “cuatro magníficos”: Roger Federer, Rafael Nadal, Novak Djokovic y Andy Murray. A puro palazo desde el fondo, con un saque demoledor y una cabeza demasiado amoblada para la competencia pese a tener sólo 21 años, ganó el US Open, venciendo en la final nada menos que a Federer, y llegó a la final del Masters de Londres.
“No entiendo que gané el US Open. Todavía no entiendo nada”, dijo tras levantar su primer Grand Slam. Y fijó alta su meta: “Mi sueño es ser número uno”.
La lucha en 2010 entre los cinco será espectacular. Pero en 2009 la nueva edición del duelo más apasionante del tenis de los últimos años tuvo un ganador claro, Federer, un perdedor herido, Nadal, y un actor secundario que saltó a escena para ejercer de inesperada bisagra, Robin Soderling.
El terremoto que provocó el sueco al hacer humano el 31 de mayo al rey del polvo de ladrillo en los octavos de final de Roland Garros fue de tal calibre que la temporada ya no volvió a ser igual: lo que se imaginaba un paseo marcial de Nadal tras ganar el Abierto de Australia y cuatro títulos más terminó siendo el año del revivir de Federer, que había roto en llanto al perder contra su gran rival la final australiana.
Con esas lágrimas, aquel al que muchos consideran el mejor jugador de la historia no hacía más que ratificar la condición de valla cada vez más infranqueable que representaba para él el español. Sin dudas, estaba en su momento más bajo de los últimos tiempos. Pero las rodillas de Nadal se deshilacharon por tanto sobreesfuerzo, Soderling aprovechó la coyuntura, y ganar en París, el torneo siempre esquivo, encendió a Federer.
Semanas después, no sólo ganó su sexto Wimbledon en una final de infarto ante el estadounidense Andy Roddick, que lo tuvo contra las cuerdas: tras igualarlo en Roland Garros, logró superar el record de Pete Sampras de 14 grandes ganados e instaló en 15 la nueva plusmarca.
“Este año es de locos, superar la derrota en la final de Australia, ganar en París, aquí, es increíble”, dijo emocionado Federer todavía sobre el césped del All England, la catedral del tenis, donde forjó buena parte de su leyenda de tenista sublime.
“Me sorprende el jugador que he llegado a ser. No esperaba ser tan consistente, tan gran jugador con tantas cualidades. Sé que tengo cualidades en todas las partes de mi juego, sé también que tengo algún déficit”, se analizó a sí mismo el suizo, ya en el bronce y con el número uno de nuevo en el ranking.
La ausencia de Nadal en esa parte de la temporada le dio algo de respiro, para reinar de nuevo y disfrutar con mayor intensidad, si era posible, el nacimiento de sus hijas gemelas: “Me hubiese encantado jugar con él. Es triste que no tuviera siquiera la oportunidad”.
El español estuvo lejos de las canchas desde aquella fatídica tarde del último día de mayo ante Soderling hasta mediados de agosto, debido a una tendinitis en ambas rodillas. Casi enseguida, un desgarro en los abdominales lo perjudicó en el US Open y terminó de complicarle una temporada que al comienzo parecía dibujada para él y que sólo se recompuso con la obtención en diciembre de la Copa Davis.
Pese a tanto parate por lesiones, el español no se siente responsable directo por armar un calendario cargado: “No pienso cambiar mi planificación. Salvo lo de (jugar en) Madrid, no cometí errores en el último año, por lo que pienso (en 2010) realizar el mismo plan de trabajo”.
La temporada dio lugar también a la afirmación del británico Murray y del serbio Djokovic como alternativas firmes a la dualidad Federer-Nadal. Murray hizo suyo el primer semestre del año, llegando por primera vez al número tres del ranking, pero Djokovic tuvo un “rush” final avasallante, que le permitió recuperar el lugar en el podio.
Entre las mujeres, el año se esfumó entre la convicción de que las hermanas Serena y Venus Williams juegan y ganan cuando lo deciden, al contrario que Dinara Safina. La rusa, número uno del mundo durante buena parte del año, todavía no pudo alzarse con un Grand Slam. Serena terminó como campeona del mundo, sólo superada realmente por la reaparecida Kim Clijsters en las semis del US Open. La belga escribió la historia tierna del año, volviendo al circuito con su hija tras dos años de ausencia y ganando en Flushing Meadows.
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