SOCIEDAD › OPINIóN

La agroindustria y el impacto sobre la salud

 Por Alejandro Oliva *

En los últimos tiempos, mucho se ha discutido sobre las fumigaciones con agroquímicos en general –y el glifosato en particular– y los impactos de estas prácticas sobre la salud de las poblaciones. Las razones de este debate son muchas, particularmente ambientales y políticas, reactivadas por los conflictos con el mundo rural.

Los debates científicos han mostrado, cada vez más claramente, que es muy difícil asociar un particular componente químico y/o físico, con un impacto específico sobre la salud humana, vegetal o animal. Además, las relaciones estudiadas entre los factores ambientales con la génesis de las enfermedades, son bastante dispares dependiendo su confirmación de otros factores asociados, como antecedentes familiares de predisposición (genéticos) y nutricionales. Las condiciones en que se realiza la exposición a estos agentes, es central para entender las relaciones entre ambiente y salud. A modo de ejemplo, un estudio realizado en varias provincias argentinas por el Ministerio de Salud, demostró que sólo el 30 por ciento de los aplicadores de agroquímicos se protegían debidamente.

Asimismo, la asociación de una gran cantidad de moléculas y sus formas de utilización conllevan a una complejidad de análisis que no hace fácil esta tarea. Así, si se combinan diferentes agroquímicos y sus acompañantes (como suele utilizarse en nuestro país) en diferentes cultivos, con las aguas consumidas por las poblaciones con altos contenidos de arsénico natural y con nitratos originados en las crianzas intensivas por la orina animal, es fácil imaginar el escenario sobre el cual se realiza ese abordaje.

Ello nos lleva a plantear un contexto mucho más complejo para discutir esta problemática. La agroindustria es definida como la rama industrial que produce y transforma los productos de la agricultura, ganadería, riqueza forestal y pesca, incluyendo en ello la selección de calidad, clasificación, embalaje y almacenamiento de esta producción, así como las transformaciones posteriores de los productos y subproductos obtenidos de las modificaciones de la materia prima agrícola. Este escenario incluye la incorporación al ambiente de semillas naturales y genéticamente producidas, así como la utilización de una gran variedad de agroquímicos, para el desarrollo y protección de los cultivos, como luego en su conservación.

Igualmente, en estos ambientes está presente la crianza animal intensiva (feed lots) de diferentes especies mezcladas (aviarias, porcinas y bovinas) que, en pequeñas superficies, acumulan una gran cantidad de elementos químicos, como los pesticidas, antibióticos y anabólicos utilizados en sus crianzas, así como los elementos químicos de sus desechos, que se acumulan en las primeras napas de agua de la cual en muchas regiones de Argentina se extrae el agua de consumo, a veces deficientemente purificada.

Independientemente de la utilización intensiva y sinergizada de los agroquímicos –y sus aditivos– en el ambiente rural, la reciente aparición de la gripe H1N1, ha llevado a elaborar hipótesis de las recombinaciones virales, en estos ambientes de crianza intensiva mixta de animales (porcina y aviaria), en el origen de esta nueva enfermedad pandémica que tiene muy preocupada a la humanidad.

Si uno observa el mapa de la deforestación, realizada para utilizar esas extensiones en cultivos de soja transgénica, verá que coincide casi exactamente con las zonas de sequía ambiental e inundaciones. Esta sequía, y su aporte al calentamiento global, impactan en forma directa sobre la salud poblacional, básicamente en cambios de vectores que trasmiten diferentes enfermedades bacterianas y/o virales, como son el dengue y la fiebre amarilla, entre otros, como ya se ven en nuestro país.

Nuevas tecnologías, de casi inmediata incorporación al escenario agroindustrial, como las nanotecnologías, que conlleva el agregado de compuestos de metales y metaloides a este ambiente, suman mayor preocupación a este análisis. Existen ya evidencias de la toxicidad de estos componentes, al menos a nivel inmunológico y reproductivo, que están encendiendo señales de extrema atención en el mundo científico.

El debate se amplía y va más allá de la soja y el glifosato, las cuales no son eximidas de sus responsabilidades, porque este cultivo es un negocio central para la agroindustria, que ha cambiado costumbres y reglas, despoblando las zonas rurales, y muchos de los agroquímicos que se utilizan en esto han sido prohibidos en varios lugares del mundo, los más desarrollados.

Las comunidades deberán profundizar sus discusiones y asumir la gestión de vigilancia y prevención, en términos ambientales y de salud, para que los Estados –y las corporaciones del agro– dejen de mirar para otro lado centrando los debates en aspectos parciales, que solo confunden las decisiones ciudadanas en relación con sus participaciones en este escenario. Si las comunidades no lo hacen, probablemente los gestores de políticas y las corporaciones seguirán sin hacer nada, como hasta ahora en nuestro país.

* Director de la Unidad de Medio Ambiente y Salud Reproductiva del Hospital Italiano de Rosario.

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