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El vocero del FMI en Washington, Thomas Dawson, consideró que “es una buena noticia que la economía argentina tocó fondo antes de lo esperado”, es decir, que comenzó a recuperarse. También consideró positivo que “la inflación ha sido menor de lo que se anticipó en el programa” que firmara el Gobierno con la institución a principios de año. “Obviamente, eso justifica cierto grado de aliento y, de hecho, colocará al nuevo gobierno en una posición un poco mejor de lo que hubiera podido esperarse”, agregó.
Dawson anticipó que el FMI se prepara para trabajar con el gobierno que resulte electo en la segunda vuelta electoral y se apuró a detallar cuáles son los temas que, a criterio de la entidad crediticia, el gobierno de Eduardo Duhalde deja pendientes. “Está claro que todavía quedan por definir muchos asuntos importantes para el desarrollo de un programa a mediano plazo, reformas estructurales que han sido discutidas extensamente en el pasado y que, por el momento, dada la necesidad de un programa transicional, no han recibido mucha atención”, dijo el vocero casi en tono de reprimenda. También recordó que queda pendiente la renegociación de la deuda externa.
“La estabilización, pienso yo, ha resultado mejor de lo que se esperaba y esto es una buena noticia, aunque es mucho el trabajo que falta por hacer”, planteó pasando en limpio sus dichos anteriores. El FMI pretende que el futuro gobierno aproveche el mayor margen de maniobra con el que contará para abocarse de inmediato a llevar a cabo las reformas reclamadas. Dos días antes de estas nuevas declaraciones de Dawson, había sido la máxima representante de Estados Unidos en el FMI, Anne Krueger, quien se había manifestado “sorprendida” de que “Argentina haya vuelto a crecer sin caer en la hiperinflación”.
La reiteración de las expresiones de satisfacción del organismo de crédito pretenden enviar la señal de que el próximo gobierno podría encontrar un clima más amistoso en Washington cuando deba empezar a negociar su programa económico. El acuerdo transitorio entre el gobierno argentino y el FMI fue firmado en enero último –está vigente hasta agosto–, después de un extenso período de desencuentros y enfrentamientos entre el Palacio de Hacienda y las misiones fondomonetaristas, que insistían en la receta de un durísimo ajuste para “reordenar” las variables monetarias y fiscales.