ECONOMíA › LOS PROXIMOS PASOS DE LA ECONOMIA VENEZOLANA PARA FORTALECER EL MODELO Y PRESERVARSE DE ATAQUES

Seguir construyendo hasta con una devaluación

La devaluación del bolívar en febrero sorprendió a propios y entusiasmó a extraños. Pero la Revolución Bolivariana necesitaba reforzar el ingreso de divisas y, sobre todo, el control de su destino. Debilidades y fortalezas del modelo para enfrentar esta etapa.

 Por Raúl Dellatorre

Uno de los más difíciles desafíos que deberá enfrentar el gobierno de Venezuela tras la desaparición física de Hugo Chávez es sostener la construcción de un modelo económico socialista, pero todavía en el marco de un esquema y estructura demasiado atados a la lógica de país dependiente predominante hasta 1998. La decisión de adoptar una fuerte devaluación el 8 de febrero último, ya en los últimos tramos de la lucha del Comandante Chávez contra el cáncer, es un intento por corregir algunas desviaciones en el destino de la renta petrolera, principal recurso económico del país. Sin embargo, fue interpretado por sectores opuestos al modelo en aplicación desde 1999, e incluso por analistas “independientes”, como una concesión del gobierno a la presión de los mercados y hasta como un cambio de políticas a favor de éstos. La comprensión sobre el sentido de esta devaluación quizá sea el puntapié inicial en el debate acerca de si la Revolución Bolivariana se encamina a profundizar las transformaciones ya concretadas o si, en cambio, está obligada a ceder terreno para descomprimir presiones y perdurar. El repaso de algunos elementos necesarios para seguir el debate.

El 8 de febrero último, el ministro de Planificación y Finanzas, Jorge Giordani, y el presidente del Banco Central de Venezuela, Nelson Merentes, anunciaban en Caracas la modificación del valor del dólar, que pasaba de 4,60 bolívares (cotización vigente desde 2010) a 6,30 unidades de la moneda venezolana. Al mismo tiempo, se anunciaba la creación del Organo Superior para la Optimización del Sistema Cambiario, que reúne y a la vez amplía las atribuciones del régimen de regulación anteriormente existente.

Entre las atribuciones del nuevo órgano se enumeraron:

- Fijar prioridades en asignación de divisas en año fiscal

- Direccionar la calidad y cantidad de importaciones

- Equilibrar flujos de disponibilidad de divisas

- Presentar al presidente de la Nación políticas y proyectos para aumentar el flujo de divisas al país adicional a hidrocarburos

- Presentar anualmente al presidente políticas de importación y exportación no tradicionales

- Velar por la eficacia del Sistema de administración de Divisas

- Coordinar los flujos de divisas provenientes de hidrocarburos y otras fuentes.

La reforma al sistema de regulaciones del mercado cambiario apunta a uno de los puntos débiles de la administración bolivariana: la falta de control sobre el uso de divisas, que más de una vez las empresas que las obtienen para importación la destinan en parte a su venta en el mercado negro, con un lucro del 300 por ciento o más sobre el valor oficial al que las adquirían. Un valor del paralelo que cuadruplica a la cotización oficial tienta a este tipo de operaciones. La falta de control a la sobrefacturación de importaciones o, directamente, la no realización de las operaciones de importación para las que se compran las divisas, facilitan aquellas maniobras.

La teoría y la práctica indican que una devaluación siempre provocará una transferencia de ingresos, a favor de los grupos exportadores y en contra de los importadores (o de quienes pagan los productos importados en moneda local). Y a favor de los que fijan precios y en contra de los sectores de ingresos fijos (asalariados). En el caso de la economía venezolana, en el actual modelo, hay que hacer al menos dos salvedades: el 95 por ciento de las divisas que ingresan por exportaciones provienen de la petrolera estatal Pdvsa, que además es la principal fuente de ingresos para las arcas fiscales. Es decir, los principales beneficiarios no son grupos empresarios concentrados (como podría ser, en Argentina, los sectores dominantes del complejo sojero), sino una empresa pública. La segunda salvedad es que una amplia masa de la población, que corresponde a las clases bajas y medias, 17 millones de venezolanos, recibe la totalidad de los productos de la canasta básica a precios subsidiados por el Estado a través de los planes oficiales de comercialización (red Mercal) y de producción (Pdval). Precios que no se ven afectados por una devaluación, ya que aunque en algunos casos incluyan insumos importados, son fijados por el Estado. Se estima que el 60 por ciento del consumo de estos bienes básicos se distribuye por estas redes oficiales.

El proceso de industrialización y recuperación de una base agraria en Venezuela recién ha dado los primeros pasos. Es una economía todavía absolutamente dependiente de una producción primaria exportadora (hidrocarburos) y no logró romper con la dependencia de factores de poder económico que, a través de su capacidad de definir y manipular precios, someten a la economía a altas tasas de inflación. Pero a pesar de esas limitaciones, el gobierno bolivariano logró tender una red de protección sobre la población para preservarla de los principales costos de una economía concentrada y dependiente, posibilitando el acceso a mucho más que una canasta de bienes esenciales. Aunque los problemas estructurales sigan siendo una preocupación.

Los sectores de derecha que esbozaron una sonrisa el 8 de febrero, interpretando como “un triunfo del mercado” la corrección del 40 por ciento en el valor de la divisa, creyeron ver un panorama anticipado de “un cambio poschavista” en sentido de la “moderación” y reconciliación con sectores de poder y con los dictados del mercado. Sin embargo, las posteriores definiciones del nuevo jefe de Gobierno, Nicolás Maduro, y más aun la presencia en las calles de un pueblo que se convirtió en protagonista central de la despedida (y quizá de la transferencia de poder) del Comandante Hugo Chávez, muestran la otra cara de la devaluación: la búsqueda de un control más riguroso sobre las divisas que entran por Pdvsa y su seguimiento posterior cuando se utilizan para la importación. Prueba de estas intenciones es la reafirmación de los principales programas sociales (las llamadas Misiones y Gran Misión), cuyos recursos se garantizan a través de la renta petrolera.

La devaluación venezolana no fue “el paquetazo rojo”, como calificó cierta prensa dentro y fuera del país caribeño, ni un ajuste tradicional al estilo conocido en Latinoamérica. La Revolución Bolivariana reafirmó su camino y asegura que la devaluación fue un instrumento para fortalecerlo. Ahora es el momento de demostrar que va por más.

Compartir: 

Twitter

El 60 por ciento del consumo popular circula por redes subsidiadas, que no son afectadas por la devaluación.
Imagen: EFE
 
ECONOMíA
 indice

Logo de Página/12

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.