Domingo, 8 de diciembre de 2013 | Hoy
ECONOMíA › UN ESTUDIO SOBRE LA CONDUCTA DE LOS GRUPOS DOMINANTES EN LOS MERCADOS DEL CEMENTO, EL ALUMINIO Y EL ACERO
El comportamiento de grupos dominantes en eslabones principales de la matriz de producción explicaría el origen de una inflación que suele cargarse sobre las espaldas del Gobierno. El peso de la concentración y la extranjerización, analizado por el Ciges.
Por Raúl Dellatorre
Aunque a partir del cambio de gabinete se ha vuelto a hablar de acuerdos de precios, tanto desde la conducción económica como desde la Jefatura de Gabinete se ha señalado como aspecto central de la actual estrategia el tomar en cuenta qué sucede en cada uno de los eslabones de la cadena de producción “para corregir conductas por las cuales algún sector se esté quedando con excedentes que no le correspondan”. Esto es, abusos de precios por posición dominante que esté perjudicando al resto de la cadena a partir de la conducta de los grupos dominantes o formadores de precios. Un estudio del Centro de Investigación y Gestión de la Economía Solidaria (Ciges), elaborado a solicitud de la Mesa Nacional de Asociación Pyme, analizó la estructura y el comportamiento de tres sectores clave en la estructura productiva argentina: acero, aluminio y cemento. El trabajo llama la atención sobre las conductas abusivas de precios de las empresas dominantes y la falta de un debate a fondo sobre las mismas, pese a la elevada incidencia que provocan sobre la distribución del ingreso, la inflación, la inversión y el resultado de la balanza de pagos. Advierte, además, que tener en cuenta estos comportamientos llevaría a desechar la concepción neoliberal que responsabiliza al gasto del Estado y al costo laboral por la inflación, y atender en cambio los factores políticos que definen las relaciones de poder entre estos grupos dominantes y el conjunto de la población.
El alto grado de concentración y extranjerización reflejado en el informe del Ciges no es novedoso, ya que es un proceso que arrancó en la dictadura militar y se amplió en la década menemista. Lo significativo es que no se haya logrado ni siquiera morigerar en la última década, pese a un marcado proceso expansivo de la producción y de redistribución progresiva del ingreso. Y aunque se trate de un fenómeno de orden mundial de difícil control y reversión, los autores del trabajo señalan que en la Argentina adoptó condiciones particulares que agravan sus consecuencias. Los precios locales de los productos representativos de los sectores más concentrados se elevaron varias veces por encima de lo que lo hicieron a nivel mundial, generando no sólo ganancias extraordinarias a sus principales actores, sino que además provocaron un fenómeno de escalada de precios en cadena por su carácter de proveedores de “insumos difundidos”: es decir, bienes que afectan distintas cadenas de producción a la vez.
Las tres industrias analizadas (acero, aluminio y cemento) presentan condiciones monopólicas u oligopólicas de producción, con tres empresas siderúrgicas que operan en condiciones no competitivas entre sí, una única fabricante de aluminio y cuatro productoras de cemento (ver recuadro). Desde esa posición dominante han logrado ejercer “gran influencia pública presentándose como esenciales para la vida económica nacional, reclamando que sus demandas, exigencias o intereses sean atendidos prioritariamente”, señala el trabajo.
Ese aprovechamiento de su posición dominante se vio reflejado en la evolución de precios en los últimos diez o doce años. El seguimiento de los precios representativos de cada sector (chapa de aluminio, laminados en frío o en caliente, bolsa de cemento de 50 kilos) revela que todos estos sectores sacaron rápida ventaja en la posconvertibilidad (diferencias de precios de 2001 a 2002), pese al hundimiento de la economía, y luego fueron observando aumentos que aventajaron claramente al promedio del resto de la economía y a la evolución salarial.
En el caso de la chapa de aluminio más representativa, se observa en el año 2008 un sorprendente salto en el precio de casi 350 por ciento respecto del año anterior (junio contra junio). El trabajo de Ciges apunta con respecto a este incremento, que “un primer elemento a tener en cuenta es que el conflicto con el campo, que transcurre en aquel año, logra generar un clima político destituyente y acelera las expectativas inflacionarias. De hecho, se observa el mismo fenómeno de crecimiento abrupto del precio también en el caso de los productos de acero relevados”. Agrega que si bien en el mismo período se observan movimientos alcistas en el precio internacional de esos insumos, de ninguna manera explicarían aumentos locales que resultan “abrumadoramente mayores”. No se observa entre dichos años variaciones significativas ni en la oferta ni en la demanda a nivel internacional que hagan pensar en acomodamientos bruscos de precios, ni tampoco se dispara la demanda local de aluminio como para explicar el salto de precios. “Al contrario, presenta una leve disminución.” A partir de este “reacomodamiento” en 2008, los precios de estos insumos siguieron una evolución creciente en los años siguientes, con tasas cercanas al 30 por ciento anual, lo que marca un posicionamiento en la distribución del ingreso que logró absorber el correspondiente a otros sectores.
La industria del cemento tiene, según destaca la investigación, “una característica peculiar que la diferencia: un elevado costo de flete (relación entre peso y precio del producto), cuya consecuencia es que lo aísla del mercado externo y obliga a una concentración de la producción cerca de los lugares de extracción del mineral y de los mercados consumidores”. Esta situación alentó adicionalmente la tendencia a la concentración en un sector que, además, cuenta con el raro mérito de haber sido el único condenado por un fallo ratificado por la Corte Suprema, que consideró comprobadas conductas de cartelización de precios y cuotas de mercado, involucrando a las cuatro empresas principales y a la cámara del sector.
El trabajo destaca, entre sus conclusiones, que “los actores económicos de estos tres sectores son formadores de precios y hacen abuso de su posición dominante”, con aumentos que superan cualquier otro parámetro de la economía local e internacional y sin justificación alguna en razones de mercado. Por tratarse de insumos difundidos, “sus clientes (pymes, en general) han absorbido estos mayores precios mediante la disminución de sus márgenes de ganancias, transfiriéndolos a las grandes empresas”. En segundo lugar, estos aumentos de precios se han dado en el marco de la expansión general de la producción y el consumo, “reproduciendo el típico esquema que se conforma ante la existencia de mercados monopólicos u oligopólicos” otorgándole ganancias por partida doble. En tercer lugar, estos aumentos de precios superan largamente los incrementos en las remuneraciones en los mismos años, y además tratándose de sectores de capital intensivos, está claro que el aumento del margen bruto de ganancias va a beneficiar directamente a los dueños del capital.
El trabajo termina señalando que “la excesiva concentración de la propiedad de los activos productivos en pocas manos constituye un límite a las políticas distributivas, que sólo podrá ser revertido en la medida en que las regulaciones estatales resulten contundentes y efectivas”.
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