ECONOMíA › OPINION

La brecha

 Por Alfredo Zaiat

La comercialización de dólares en el circuito no declarado dejó de ser una plaza irrelevante en la consideración de los actuales responsables del área económica. Lo que antes era un mercado pequeño, con escasas operaciones y poco representativo, hoy lo sigue siendo pero se le reconoce como una variable potente en la generación de expectativas. La diferencia entre la cotización del dólar oficial y el denominado blue es la brecha cambiaria. El principal objetivo oficial es reducirla porque evalúan que si lo logran empezarán a fluir los dólares de los exportadores, de inversiones extranjeras directas, de turistas del exterior y de fondos de inversión para la compra de acciones y bonos. Para acortar la brecha han acelerado el ritmo de devaluación del peso, aumentado el dólar turista al elevar del 20 al 35 por ciento la retención impositiva, y han comenzado una flexibilización en el régimen de control de acceso a la moneda extranjera. Otro cambio en el diagnóstico oficial es que el sistema cambiario conocido popularmente con una palabra de cuatro letras, asociando una medida de regulación de la cuenta capital del balance de pagos a una tortura financiera, es el culpable de que no ingresen dólares al mercado. El primer paso es facilitar la compra de dólares para viajeros de compras a Miami, mochileros por América latina o familias que buscan desconectarse en las playas de Punta del Este. Más adelante, si los resultados acompañan, se habilitaría la compra de un cupo de dólares para ahorrar. Achicar la brecha, facilitar la compra de dólares y frenar el retroceso de las reservas con un mayor ingreso de divisas y financiamiento externo es la estrategia cambiaria del equipo económico de Axel Kicillof.

La idea central que postula es que las tensiones de coyuntura en el frente cambiario están originadas por un problema de liquidez, o sea la escasa liquidación de dólares en el segmento oficial, y no de solvencia, es decir la cantidad de dólares en las reservas y en las necesidades de divisas para pagar deuda. Para enfrentar esa situación de corto plazo apuntan a revertir expectativas cambiarias negativas, el malhumor de clases medias y altas por no acceder libremente a dólares y las dudas de inversores financieros internacionales. La base analítica es que la misión oficial no debería ser frenar la salida de dólares, sino alentar su ingreso teniendo en cuenta que el mercado global está inundado de dólares por la fabulosa expansión monetaria de Estados Unidos, que conserva un interesante superávit comercial y que existe además un monto elevado de dólares circulando en la plaza local.

La clave entonces se encuentra en recuperar el flujo positivo de divisas hacia las reservas, lo que permitiría aliviar tensiones por el desequilibrio de la cuenta corriente de la balanza de pagos generado por el déficit de las cuentas turismo, automotriz, electrónicos de Tierra del Fuego y combustibles. Cuando se produce una redistribución y un aumento de la riqueza como ha tenido la Argentina también aparece una demanda de bienes y servicios suntuarios que también presiona sobre el balance de pagos (por ejemplo, turismo al exterior y compra de autos de mediana y alta gama). No es un hecho particular de la economía argentina. Es lo que ha sucedido en el desarrollo de los países que afrontaron esos desafíos. Son cuestiones estructurales del sector externo por desequilibrios originados en el crecimiento económico de países periféricos con aspiración de industrialización que requieren un abordaje de mediano y largo plazo. Es lo que se conoce como la restricción externa. El desafío es cómo aliviarla y como se administra esa etapa.

El mérito de este gobierno es que no quiere aliviar la restricción externa con la exclusiva solución cambiaria, sino que está intentando con un mix financiero, cambiario y productivo (más exportaciones y sustitución de importaciones).

En la estrategia de corto plazo aparecen, sin embargo, frentes conflictivos en la determinación del nivel de la tasa de interés y el ritmo de devaluación. Kicillof no es partidario de subir la tasa de interés como señuelo para tentar la venta de dólares, porque es conocido que afectaría la actividad económica. De ese modo no quiere incentivar la especulación financiera, como hace por ejemplo Brasil con tasas altísimas en términos reales en dólares, lo que le ha permitido un elevado ingreso a las reservas (la banca central acumula 365 mil millones) al costo de mantener estancada su economía. Resignar la herramienta de la tasa de interés en pesos como variable de arbitraje financiero es una limitación en el objetivo de atraer dólares.

A la vez, la aceleración de la devaluación del peso para reducir la brecha y, en especial, para mejorar el tipo de cambio para exportadores actúa como una señal para todos aquellos preocupados por el supuesto atraso cambiario. Si bien no es una brusca devaluación, el ritmo de depreciación del tipo de cambio oficial pasó a ser bastante intenso. Además de generar tensiones inflacionarias, provoca el adelanto de compras por parte de los importadores y el freno en la liquidación de dólares de los exportadores que esperan un precio más elevado por sus divisas. Se estima de 4500 a 6000 millones de dólares de granos ahorrados en silo-bolsas. ¿Cuál es el incentivo que tienen los productores para vender hoy si más adelante recibirán un dólar más alto? Para compensar esa política, el Banco Central ofrecerá documentos de deuda de corto plazo en pesos (denominados Letras) atados a la evolución del dólar oficial. Esperan la venta de dólares de exportadores del complejo agrario que, de ese modo, se moverían con un seguro cambiario.

El frente cambiario es un terreno donde es posible intervenir con instrumentos financieros (tasa de interés, venta de dólares a futuro, letras dolarizadas, entre otros) pero no puede ser minimizado, como hacen no pocos economistas ortodoxos y heterodoxos, opositores y oficialistas, pues también se trata de un espacio de disputa de poder. Desconocerlo es no haber aprendido de anteriores acontecimientos traumáticos. La evaluación económica debe incorporar necesariamente la historia y las características de los sujetos sociales para no convertirse en análisis académicos de laboratorio sin un ancla en el contexto local.

En esa línea, resulta necesario incorporar el hecho de que si no se hubieran aplicado las restricciones cambiarias en noviembre de 2011, al ritmo que estaba teniendo la fuga de capitales, el desenlace a los pocos meses de inaugurado el segundo gobierno de CFK seguramente habría sido una fuerte y desordenada devaluación con un previsible saldo económico, social y político traumático. Esto no significa que, pasado un tiempo y dadas ciertas circunstancias –la irrupción de la restricción externa y el muy escaso financiamiento local e internacional en dólares–, el nuevo equipo económico no trate de buscar atajos para superar escollos de corto plazo ante el problema financiero de falta de dólares, dificultad que en la región sólo se encuentra en Argentina. La idea predominante es que en el mundo sobran los dólares y en Argentina faltan. En realidad, el excedente es de dólares financieros, capitales de portafolio de corto plazo. Esas divisas han permitido a muchos países emergentes acumular reservas, pero vale recordar que esos dólares también han generado impactos negativos en términos de atraso cambiario (Brasil, Chile, Uruguay) y de burbujas de activos. Se sabe que esos dólares en algún momento se retiran en búsqueda de colocaciones más atractivas en plazas de países centrales, generando profundas perturbaciones financieras.

La opción antes, cuando se dispuso regular el atesoramiento de dólares en la formación de activos externos, y ahora, ante la irrupción de la restricción externa, sigue siendo aplicar una brusca devaluación como desean grupos conservadores o financiar el desequilibrio de cuenta corriente de los próximos años hasta que maduren algunas medidas estratégicas, como la recuperación de YPF para la recuperación del autoabastecimiento y posterior proveedora de divisas (explotación de Vaca Muerta), la sustitución de importaciones, el incentivo de exportaciones y el ordenamiento con racionalización del régimen de promoción de Tierra del Fuego.

En esa transición, el nuevo equipo económico ha elegido el sendero de acelerar el ajuste del tipo de cambio oficial y buscar por varias vías el ingreso de dólares. El stock de reservas del Banco Central es la variable clave en esa estrategia. Desde la cancelación total de la deuda con el FMI se han invertido 42.900 millones de dólares de reservas para hacer frente a vencimientos con organismos internacionales y tenedores privados de bonos. Sólo a estos últimos acreedores, desde el 2010 se destinaron unos 24.000 millones de dólares reduciendo el stock de deuda en moneda extranjera hasta representar apenas el 8,5 por ciento del total de los pasivos externos. En este año, el 75 por ciento del retroceso de las reservas se explica por pagos de la deuda pública en dólares. Esto significa que las reservas bajaron, movimiento que es reiterado diariamente por los cultores de la economía del miedo, sin destacar que ese esfuerzo ha significado una mayor solvencia en términos de reducción de la carga de la deuda.

Como el diagnóstico de Kicillof es que las actuales tensiones en el frente cambiario son de liquidez y no de solvencia, a la vez que manifiesta resistencia a la alternativa de la refinanciación de deuda a través del mercado (roll over), el interrogante es si conseguirá el financiamiento suficiente vía créditos institucionales (swaps de moneda con China y Brasil) y líneas para obras de infraestructura (China, Rusia y Brasil), o el próximo paso será colocar bonos para cancelar vencimiento y poner fin al desendeudamiento con reservas del Banco Central.

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