ECONOMíA › OPINION
Un paso ortodoxo
Por Marcelo Zlotogwiazda
Si alguien esperaba o temía, según el caso, que tras las elecciones del domingo pasado el Gobierno virara hacia una política económica más distribucionista, el viernes Roberto Lavagna emitió inequívocas señales de que la prioridad será contener la inflación, y que para ello el instrumento elegido es fiscal y no monetario. En cuanto al Fondo Monetario Internacional, y más allá de su reiterada queja sobre la posición del organismo, en Economía hay bastante confianza de que cuando se reinicien las negociaciones el acuerdo no será muy difícil de alcanzar, para lo cual dicen tener indicios de que contarán una vez más con el apoyo del gobierno estadounidense.
La creación de un fondo indisponible al que irán a parar todos los eventuales excedentes recaudatorios por sobre lo presupuestado en los próximos seis meses, anula toda posibilidad de destinar esos sobrantes a mejorar el ingreso de quienes dependen del Estado (jubilados, empleados públicos, beneficiarios de planes sociales, etc.), pero también a acelerar y/o reforzar la inversión pública en infraestructura o vivienda, entre otras alternativas. La explicación es una y muy sencilla. Aunque Lavagna no lo quiso decir con tanta claridad, para el Gobierno (y en esto coinciden la Casa Rosada y Economía) la actual prioridad en el área es alejar cualquier riesgo, por mínimo que sea, de que el aumento de precios acentúe la tendencia de los últimos meses. Y para eso, afirman en las cercanías del ministro, hay que frenar la expansión del gasto.
Si bien todos a esta altura ya conocen la obsesión fiscalista de Néstor Kirchner y su seguimiento al detalle de la caja del sector público, también es cierto que en los meses de campaña el oficialismo comprometió en forma de realidades o promesas más gasto público del que Economía hubiera consentido. La estrategia no pasó desapercibida para la gente de Lavagna, pero por elementales razones de jerarquía y necesidades políticas se hicieron los distraídos. Estiman que como consecuencia del uso de la billetera en el período electoral, el superávit del último trimestre del año va a ser inferior en algo más de 1000 millones de pesos al que tenían previsto; y todo por mayor gasto.
En Economía también explican que las declaraciones de Lavagna sobre las operaciones de financiamiento y colocación de deuda de las últimas semanas también deben interpretarse a la luz del tema inflacionario. La no convalidación de tasas de interés más altas, como las que les demandaba el mercado, se apoya, entre otras razones, en la idea de que una política monetaria que encarezca el costo del dinero es inefectiva para moderar presiones inflacionarias, y hasta podría ser contraproducente. Esto debido a que una tasa más elevada atraería capitales del exterior que exacerbarían el valor de los activos y la demanda interna. Lo que se complementa con las fallas observadas en los mecanismos que se aplicaron meses atrás para obstruir el ingreso de fondos especulativos, y que en la práctica sufrieron importantes filtraciones a través de sofisticadas operaciones de triangulación que el ingenio de la city inventa con envidiable fertilidad. En resumen, el posicionamiento del viernes acentúa la ortodoxia fiscalista del Gobierno, y a la vez rechaza el ajuste de tasas que también le reclamaba la ortodoxia.
En cuanto al FMI, el tercer punto del temario abordado por Lavagna, lo relevante no era sólo insistir con la habitual crítica a la institución, sino al menos con tanto énfasis quisieron “ratificar” la intención de negociar un acuerdo de refinanciación (es decir dar por terminado el ciclo de puro desendeudamiento), obviamente bajo condiciones que no vulneren los ejes fundamentales de la política económica.
Y en este sentido, el escenario que avistan es el de un arreglo, básicamente por las señales recibidas desde Estados Unidos. Durante su reciente visita a China, Lavagna recibió del subsecretario del Tesoro a cargo de temas internacionales, Timothy Adams, el ofrecimiento de ayuda en la negociación con el Fondo para cuando la requieran. Además, se calcula que el tema va a ser seguramente tratado, con mayor o menor profundidad, con George W. Bush durante la Cumbre de las Américas en Mar del Plata, y ninguna decisión sobre cómo y cuándo abrir la instancia negociadora con el staff de Rodrigo De Rato va a ser tomada hasta conocer el contenido de esa conversación.