Miércoles, 19 de abril de 2006 | Hoy
El precio del barril alcanzó su máximo valor histórico, en torno de los 72 dólares. El mercado lo analiza como una crisis cíclica, sin considerar el riesgo de agotamiento del recurso.
Por Raúl Dellatorre
A los economistas clásicos se les están quemando los libros y las teorías. El precio del petróleo sigue aumentando y, sin embargo, el consumo sigue creciendo más que la oferta. Ayer, el barril de crudo escaló hasta un nivel que es record histórico, de 71,35 dólares para el tipo Texas intermedio (WTI) en el mercado neoyorquino, mientras que el tipo Brent (Mar del Norte) superó en Londres los 72 dólares. Lo significativo es que no son sólo picos producidos por el pánico provocado por la eventual invasión a Irán, sino que son trepadas que luego no se desandan, o sólo hacen el recorrido de retorno parcialmente, hasta el próximo salto. Así ocurre hace ya hace siete años, en los que el derrumbe de las Torres Gemelas, el intento de golpe a Venezuela, la invasión a Irak, el huracán Katrina y otros acontecimientos fueron excusas alternativas para explicar, con visión cortoplacista, sucesivos aumentos desde los 11 dólares por barril de comienzos de 1999 a los 72 dólares de ayer: un aumento del 550 por ciento. Por detrás de estos hechos, se oculta la realidad de una crisis estructural del sistema: el recurso se agota y los sustitutos resultan insuficientes para siquiera estar en perspectiva de reemplazarlo.
Los comentarios de mercado volvieron a hacer alusión ayer a razones puramente coyunturales para explicar la nueva suba del petróleo, como si ninguna de las anteriores en el último lustro hubieran ocurrido. La “inquietud sobre los flujos de suministros de Irán” fue señalada como la razón sustancial de esta nueva trepada, así como pocos meses atrás Katrina fue el gran y excluyente responsable de la suba del segundo semestre de 2005.
“Los precios todavía no alcanzaron su techo, eso dependerá del grado de deterioro de la situación con Irán”, apuntó un analista de mercados energéticos. La especulación fría de los operadores es que, en caso de un ataque militar, Irán –cuarto productor mundial de crudo– responda cortando las exportaciones y bloqueando el estrecho de Ormuz, estratégico paso del tráfico petrolero en la región del Golfo Pérsico.
Los analistas de mercado se sienten más cómodos con un enfoque reduccionista que sólo mira los fenómenos más inmediatos. Pero los teóricos de la economía no le van en zaga en la simplificación: Milton Friedman, padre de la Escuela de Chicago, sostuvo recientemente en un reportaje: “Supongamos que el petróleo escaseara; el precio subiría y la gente comenzaría a usar otras fuentes de energía. En un sistema adecuado de precios, el mercado puede hacerse cargo del problema”. La respuesta fue citada por un artículo reciente del investigador y profesor de la UBA Víctor Bronstein, quien comentó sobre ella: “Es el pensamiento mágico de muchos economistas acostumbrados al creacionismo: crear valor, crear moneda, crear mercados, crear productos. Pero, ¿cómo se crea energía?”.
Y la realidad muestra que, pese a la espectacular escala de precios, la producción de petróleo aumenta año tras año a tasas decrecientes y su consumo sigue creciendo a tasas “normales”. En 2005, la producción mundial de crudo creció 0,8 por ciento, mientras que la demanda lo hizo cerca del 3 por ciento, según cita el mismo artículo. De los supuestos de Friedman, ni noticias.
“Se piensa en esta crisis del petróleo como una más de las tantas crisis cíclicas del capitalismo; la pregunta es si es así o estamos ante una verdadera crisis terminal”, interroga Bronstein, pero ahora en diálogo con Página/12. “Se suele pensar el problema del precio del crudo en términos de inversión y tecnología, de oferta y demanda, como si se tratara de un bien infinito”, apunta, “cuando la realidad es que la producción mundial está llegando a su máximo potencial en una curva con forma de campana, en la que luego vendrá una meseta y una posterior disminución paulatina”, advierte, citando al geólogo estadounidense Marion Hubbert, que predijo, varios años antes (1959), la caída de la producción de su país a partir de 1970. “Los yacimientos están demasiado maduros y prácticamente todas las regiones no OPEP (grandes exportadores) están con producción declinante”, agrega Bronstein. “La OPEP, algunos países de la ex URSS y de Africa son los que atienden hoy el aumento de la demanda, pero sin margen para más. El cartel de la OPEP hoy casi no restringe la producción, solamente Arabia Saudita tendría una capacidad extra de producción, pero no tanto como se cree”, asegura el investigador de la UBA.
Por ahora, señala Bronstein, las energías alternativas no han demostrado su capacidad para sustituir al petróleo como fuentes de energía, pese a los esfuerzos presupuestarios dedicados a su desarrollo. “Por este camino, el modelo revienta; el capitalismo es un sistema que se sustenta en un crecimiento ilimitado, pero cómo compatibilizar esta necesidad con la finitud de los recursos naturales es una problemática todavía sin respuesta”, concluye Bronstein.
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